De la larga historia de Masegoso no quedan demasiados restos materiales: como se puede ver en la sección de Historia, la Guerra Civil destruyó el pueblo y en su posterior reconstrucción no pudo conservarse apenas nada. De su iglesia, construida en los siglos xvi y xvii, quedaron los muros exteriores y la espadaña. Se perdieron el renombrado órgano, la capilla de los Rivadeneira, los antiguos señores de Masegoso, así como el coro que promovió doña Petronila Rodríguez Rivadeneira y que se terminó después de 1602, y el retablo barroco, dedicado a San Martín de Tours, uno de los dos patronos del pueblo y el que da su nombre a la iglesia. Desapareció en la guerra asimismo un rollo de piedra descrito así: «Un rollo con gradas, fuste, cuatro salientes brazos y remate puntiagudo, que estaba situado en la plaza de la localidad1»; se añade a esta descripción el recuerdo de los mayores del lugar de que contaba con cabezas esculpidas de leones, quizá en los salientes mencionados. El rollo desapareció tal vez destruido o sustraído y llevado a otra ubicación fuera del pueblo o reutilizado como material constructivo.
Mucho tiempo antes había desaparecido el palacio de los señores de Masegoso: debió de tener cierta entidad, pero ya en el Catastro de Ensenada de 1751 aparecía consignado en estado de ruinoso abandono y desde entonces los masegosanos seguramente fueron aprovechando sus materiales para otras construcciones; de él, que ocupaba buena parte del espacio de lo que hoy es la plaza del Frontón hasta el arranque de la calle del Palacio, ya no quedaban trazas a inicios del siglo xx.
En la Guerra Civil se perdieron también la mayor parte de las casas de Masegoso. Únicamente quedaron como testimonio del viejo pueblo dos de ellas, que ya solo por esa razón tienen un gran valor histórico. Por otra parte, el mismo Masegoso actual es en sí mismo un valor patrimonial al completo, como magnífico ejemplo que es de las reconstrucciones emprendidas por la Dirección General de Regiones Devastadas después de la guerra.
Otro interesante resto del pasado es el molino harinero, hoy en ruinas, construido en el primer tercio del siglo xvi por García de Rivadeneira III, y el canal del caz que servía para darle movimiento: con un periodo de inactividad por avería en los años centrales del siglo xviii, el molino se mantuvo en funcionamiento como tal hasta la década de 1950, momento en el cual se transformó también en generador eléctrico por un tiempo para dar servicio a Masegoso (pues el viejo generador eléctrico, instalado hacia 1930, dejó de ser operativo) y los vecinos Moranchel y Las Inviernas, hasta que la producción eléctrica cesó y el edificio poco a poco fue quedando en ruinas (datos adicionales en Villalba Cortijo, Pilar: «¡Y la luz se hizo en Masegoso!», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 30: 2016, pp. 31-33, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Más restos del pasado dignos de mencionarse en el patrimonio histórico de Masegoso son los vestigios de algunas fortificaciones de la Guerra Civil, como el refugio en el Cerro del Tiricuende y el nido de ametralladoras en el Cerro de la Tía Emilia, que batía la zona del puente sobre el río Tajuña. Hundido y enterrado desde la posguerra, fue excavado arqueológicamente y rehabilitado en octubre de 2014 para recuperarlo como punto de interés histórico.
Como muestras de las actividades propias de la vida en el campo hasta no hace mucho, se restauraron El Tejar y el Corral del Puente, gracias sobre todo al Proyecto Medio Ambiental premiado en el Concurso Ibercaja 2002, que incluyó también la revitalización de la ruta de la Cañada Real de Merinas Soriano-Oriental. En el Museo del Pastor y del Labrador se atesoran numerosos utensilios relacionados con la vida tradicional en el mundo rural, así como paneles explicativos muy interesantes, por lo que el conjunto podría considerarse una reunión del patrimonio material con el inmaterial, de gran riqueza etnográfica.
Del patrimonio inmaterial quedan las tradiciones y costumbres, las palabras, la Marcha de la Cañada Real de Merinas Soriano-Oriental, la Ruta Jacobea de la Lana, la Ruta Jacobea de los Calatravos, la ruta del Viaje a la Alcarria de Camilo José Cela...
A modo de buen resumen de todo esto, las Jornadas de Patrimonio reflejan fielmente la preocupación de sus vecinos y visitantes por recuperar y conservar el patrimonio material e inmaterial en el pueblo, gracias en buena parte a los afanes de la Asociación Cultural de Amigos de Masegoso:
No fue una jornada completa. Fue una tarde, pero tuvimos tiempo suficiente para ver, explicar, recorrer y valorar «Nuestro Patrimonio».
Empezamos por el museo del que cada vez nos sentimos más orgullosos. Recorrimos las salas con la oportuna y valiosa explicación de Pilar Villalba. La novedad de este verano ha consistido en la presencia de nuestro pastor, el Baraca. Es decir, un maniquí que ha conseguido y generosamente donado la hija de Anita Villaverde al que hemos ataviado con la ropa que se encontraba expuesta en el museo desde el principio y perteneció al Baraca, el pastor de Masegoso, real, conocido por todos con ese curioso y exótico nombre, y como es natural a nuestro nuevo pastor que iba a llevar su ropa no podíamos ponerle otro nombre que Baraca.
Baraka es una palabra de origen árabe que significa «suerte», «fortuna»... y que fue traída al pueblo por el citado pastor, un mozo llamado Plácido al que en su juventud le tocó hacer la mili en Tetuán, en África, y cuando volvió la repetía con frecuencia, hasta el punto de identificársele con ella. Él decía tantas veces «Estoy de baraka» que sus convecinos acabaron llamándole Baraca y casi olvidaron su verdadero nombre, mientras otros que nacieron después ni siquiera lo sabían.
Después fuimos a la plaza para hablar de la importancia de Regiones Devastadas en nuestro pueblo y en nuestras vidas. Allí, a las explicaciones de Pilar se añadieron las de José Moreno (Pepín) gran experto en materiales, distribución y todo tipo de detalles arquitectónicos de nuestro pueblo antiguo y del nuevo, así como de sus moradores. Ha dedicado mucho tiempo a investigar sobre ello y tiene abundantísima información. Algunas otras personas también conocedoras de todo lo referido a Masegoso, como Carmen Villalba, aportaron información basada especialmente en sus recuerdos y experiencias vividas en el pasado.
A continuación, por la Cañada nos dirigimos al puente, donde Enrique Díaz tomó también la palabra para hablarnos, junto al panel que tenemos allí, de lo acontecido cuando el puente fue volado en plena Guerra Civil en marzo de 1937, de la Batalla de Guadalajara, de las características del terreno y de lo mucho que él sabe sobre el tema. Eugenio Sanz también aportó información por haberlo vivido y recordarlo con una memoria prodigiosa.
Luego, por la orilla del río dimos un pequeño paseíto por la senda de los pescadores que resultó muy agradable y pudimos hablar de la importancia del río para nosotros, así como de la abundante vegetación de ribera que su presencia ocasiona y la diversión y esparcimiento que nos proporciona y nos ha proporcionado siempre, desde los baños en el «Pozo de la Pimienta» a lo largo de nuestra infancia y juventud (parece ser que ahora no se permiten) hasta los relajantes paseos que nos damos en la actualidad por la senda de los pescadores en todas las estaciones del año, cuando hace calor por su sombra abundante, cuando hace frío porque resulta abrigado al tener tanta vegetación, sin olvidarnos de la actividad de la pesca para los aficionados.
Después nos dirigimos al Corral del Puente, donde siguieron las explicaciones, preguntas y respuestas sobre materiales, construcción, ovejas, ganados, cañadas... y donde los componentes del grupo pudieron entrar al interior habitualmente cerrado para protegerlo. En el lugar, dos hermosos paneles aportan también abundante información sobre la ganadería, el propio corral, las cañadas en general y la Soriana Oriental en particular, pues en ella estábamos.
Y sin dejar La Cañada nos dirigimos al Tejar, donde además de recorrerlo, explicar su utilidad, observar sus hornos, ver sus pilas y contemplar sus fuentes nos sentamos a merendar. Se estaba muy bien en las robustas mesas de piedra a la sombra, disfrutando de la compañía y de la merienda, allí estuvimos un buen rato.
Por último visitamos el cerro de la tía Emilia, lugar muy emblemático para nosotros. Cerro que tuvo otro nombre, y en los mapas lo sigue teniendo, pero que para nosotros siempre será de la tía Emilia porque ella y su familia se vieron obligados a vivir temporalmente allí, una vez acabada la guerra y habiendo quedado el pueblo destruido.
Es de resaltar también que a lo largo del recorrido, además de las personas citadas, varias más aportaron datos, detalles e importante información que conocían de primera mano, sobre la guerra, sobre el pueblo, sobre nuestras tradiciones, costumbres, trabajos, utensilios y formas de vida y sobre otros temas que iban saliendo en las conversaciones.
(Adaptado de Villaverde López, Pilar: «Nuestra jornada de Patrimonio», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 30: 2016, pp. 15-18, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
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