El término municipal de nuestro pueblo, y parte del de los pueblos vecinos, por su variedad y facilidad para realizarlos, nos da la posibilidad de dar los más agradables paseos que también podemos hacer en bici. Podemos recorrer cada día una zona diferente durante bastante tiempo, así como combinarlas, repetir, o buscar otras nuevas.
Para cualquiera de estos recorridos, recomendamos hacerlo sin prisas, observar el paisaje con calma y disfrutar de él, del clima, de la observación de los animales y plantas que encontremos a nuestro paso, y de todo lo que nos rodea. Es decir, de nuestro entorno.
Cualquier época del año es buena para caminar. Y cualquiera de ellas tiene sus encantos. Tan agradable y delicioso resulta buscar el sol en invierno como la sombra en verano. Únicamente tendremos que acomodar el horario y la vestimenta a la estación del año en la que nos encontremos.
Y no debemos olvidar que el campo es patrimonio de todos. Por ello, no debemos tirar envases ni dejar basura por donde vayamos, ni destrozar nada de lo que encontremos. Lo único que debemos dejar tras nuestro paso son las huellas de nuestros pies en el camino (o las rodadas de nuestras bicis).
Adaptado de Redacción de la revista: «Las rutas del Andarín», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 19, primavera-verano de 2008, pp. 10, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Se proponen aquí algunas de las muchas rutas que se pueden hacer a pie o en bicicleta por los senderos del propio término de Masegoso. Y también, tomando el pueblo como punto de partida, en un radio más amplio (más información en los folletos descargables Turismo total en Masegoso: naturaleza, cultura, rutas, astronomía... y Rutas jacobeas de los Calatravos y de la Lana en Masegoso, diseñados por Carlos Saiz):
La tarde está serena, cálida, pero no excesivamente calurosa. Es un día de verano muy apropiado para hacer una de mis marchas y decido ir al Risco. Dejo el pueblo y la iglesia a mi espalda y subo al Alto Llano, lugar que da nombre a esta revista, y cruzándolo en diagonal sigo el camino que junto a la entrada de la finca «Las Cañadillas» se une a la Cañada de Merinas, cuyo trazado seguiré durante un rato. Pero, hoy no voy solo, un grupillo de amigos me acompañan. Vamos muy animosos. Incluso sabiendo que será duro el tramo de subida al Risco monte a través, y lo mismo el de bajada, hemos decidido conjuntamente ascender a él por un lado, caminar por arriba junto a la cornisa rocosa y bajar por el otro.
Durante un buen rato caminamos alegremente por la Cañada de Merinas, por la zona que también llamamos La Galiana. A nuestra derecha, pequeños cerros desnivelan el camino que es bastante irregular, un poco más allá queda la finca de las Cañadillas con su valla. A nuestra izquierda, y en campo abierto, predominan los cultivos de cereal ya cosechados, y algo más lejos verdean y amarillean los girasoles. Al llegar a la zona de monte, el camino queda enmarcado por encinas, robles y arbustos a ambos lados. Durante un tramo, caminamos como encajonados, solo la vegetación del monte nos rodea, no alcanzamos a ver más. Al llegar a la altura del Risco hemos de abandonar la Cañada y desviarnos a la izquierda. Una vez dejado el camino, seguimos una leve, levísima, senda apenas reconocible en algunos tramos, en otros simplemente vamos por donde podemos. La ascensión nos hace sudar, tenemos que sortear muchos desniveles y algunos restos de alambradas de la finca, a lo que hay que añadir los abundantes arbustos, algunos espinosos, que dificultan nuestro avance. Nos ayudamos unos a otros, y nos reímos mucho mientras nos dedicamos jocosas frases muy nuestras como, ¡«Cuidao, que te esvaras!», «¡Pero, ande vas por ahí, vente pa cá!», y entre risas, esvarones, y fotos a diestro y siniestro, al fin coronamos la cumbre.
Allá arriba, satisfechos de haber llegado, sonreímos. Es el momento de mirar al frente, hacia el sur, y disfrutar de una hermosa panorámica que nos tiene un buen rato embelesados. Es como otro mundo. Todo el hermoso valle que el Tajuña ha formado durante miles, millones, de años está a nuestros pies, vemos a lo lejos destacar sobre el horizonte las Tetas de Viana, y mucho más cerca la Peña del Castillo, y las Morras, que desde aquí no se perciben recortadas sobre el cielo, sino formando parte de un conjunto montañoso, con otras montañas como ellas detrás, sin destacar, totalmente distintas de como estamos acostumbrados a verlas, y más cerquita, a un lado y un poco hacia nuestra espalda los Tiricuendes, que al igual que las Morras, vistos desde un punto distinto al habitual resultan diferentes. Allí, y en aquél momento, decidimos que otro día también subiremos a ellos.
Además, sabemos que en el más alto de los dos hay un vértice geodésico y nos gustaría llegar hasta él. Un vértice geodésico es una señal que indica una posición geográfica exacta y forma parte de una red de triángulos con otros vértices geodésicos que se extiende por todo el mundo. La posición exacta de los vértices sirve para ayudar a elaborar mapas topográficos a escala. En España suelen estar formados por un cilindro de 120 centímetros de altura y 30 de diámetro sobre una base cúbica de hormigón, normalmente están en sitios altos y despejados para poder ver otros puntos, por ello suele haber unas buenas panorámicas desde ellos [el vértice del Tiricuende se encuentra en las siguientes coordenadas geográficas: longitud 2º 41' 54,23049" O, latitud 40º 51' 24,38732" N, a 1.117,320 m de altitud]. Hay otro en una de las Tetas de Viana y otro más en Canredondo, junto a los aerogeneradores. Los tres forman los vértices de un triángulo.
Desde la cumbre, podemos observar también algunos de nuestros pueblos vecinos, pero no el nuestro que queda oculto por el Alto Llano. Pero, sí se divisan algunas casas de la zona de Las Provisionales y los chalés. En medio del gran valle, la larga hilera de chopos nos señala el curso del río.
Después de descansar un rato contemplando el paisaje, iniciamos la marcha caminando por la cumbre, que al ser plana, la mayor dificultad que tiene es la espesura de matorrales y encinas. En algún momento tenemos que agacharnos bajo las ramas de espesos árboles y caminamos sorteando arbustos, así mismo disfrutamos de las hermosas vistas al norte, hacia Alaminos, antes de iniciar el descenso, que al igual que la subida hay que hacerlo por donde se puede, sin camino, hasta llegar abajo. Pero la pendiente resulta más suave y mientras bajamos también tenemos algún resbalón, las piedras rodaban constantemente bajo nuestros pies y era sumamente fácil depositar de manera rápida, brusca e indeseada nuestras posaderas en el suelo, tan fácil, tan fácil, que alguno no pudo evitarlo.
Al llegar abajo, el camino de regreso nos resultó más bonito que el de ida. Es diferente, más llano y más cómodo y rodeado todo el tiempo, hasta salir al terreno de cultivo, de robles y encinas, verde y frondoso, y sobre nuestras cabezas sólo cielo azul y nubes blancas.
En algún momento oímos ruidos de animales y percibimos algún movimiento entre la espesura vegetal, pero en esta marcha, a excepción de los pájaros y los insectos, no vimos ningún animal mayor como corzos, zorros o jabalíes que nos hubiera gustado mucho ver. Es de suponer, que con nuestras voces, ruidos y risas se escondieran bien.
El remate de la jornada, o mejor dicho, el broche de oro a tan estupenda tarde, lo puso la propia naturaleza en esta ocasión ayudada por la mano del hombre, que al salir a los cultivos, entre cereles ya cosechados, nos obsequió con algunas parcelas de girasol en plena floración bordeando nuestro camino.
Tras ellos, por el lado de poniente, al fondo, tras los cerros al otro lado de la carretera de Cogollor, los últimos rayos de sol del día, antes de desaparecer por el horizonte, se colaban entre retazos de nubes de formas caprichosas absequiándonos con una espectacular puesta de sol.
Y mientras lentamente iba anocheciendo y los campos se iban cubriendo de sombras especialmente a nuestra espalda, delante se iban iluminando las siluetas de la iglesia, las casas y los árboles de las calles a medida que nos acercábamos.
Llegamos al pueblo, satisfechos de la excursión y con el propósito de volver pronto a hacer otra marcha a los Tiricuendes.
La subida a los Tiricuendes se realizó algunos días después y también fui acompañado de otros andarines como yo. Los Tiricuendes son dos, aunque a veces nosotros lo usamos en singular debido a que desde el pueblo la mayor parte de veces solo vemos uno, ya que el otro queda detrás. Pero es precisamente el otro, el de atrás, el que tiene el vértice geodésico.
El recorrido coincide en gran parte con el de la subida al Risco por la Cañada Real, pero los Tiricuendes están al lado del camino por lo que la ascensión es inmediata al abandonar éste. Hay una ligera senda, suponemos que utilizada por animales, que es común para subir a ambos cerros. Pero, más o menos al llegar a la mitad de su altura hay que decidirse por uno o por otro, o por los dos pero en distinto momento. Nosotros, de entrada, nos decidimos por el de más atrás que es ligeramente más alto y queríamos llegar al vértice geodésico. Por lo que dejamos el primero a nuestra espalda y subimos a la cumbre del segundo, el más próximo a Alaminos.
Nos sorprendió encontrar la entrada a una pequeña cueva casi en la cumbre, y un poquito más arriba enseguida llegamos al vértice, al que por cierto le falta la placa metálica que suelen tener y que al parecer se le ha desprendido y ha desaparecido.
Desde allí, igual que desde el Risco, la vista es magnífica y se divisan varios pueblos: Las Inviernas, Moranchel, Cogollor… Sin embargo, Masegoso y Alaminos, por cuyo terreno nos hemos movido quedan ocultos a la vista desde ese punto. Si se puede contemplar una hermosa vista del Risco por detrás, de un verde intenso, abundante y muy agradable a los ojos.
Nuestra intención era subir después al otro, si nos encontrábamos con fuerzas y con tiempo. Fue lo segundo lo que nos falló. El sol ya se estaba metiendo, de hecho se ocultó del todo mientras estabamos allí, por lo que dejamos la subida al segundo para otra ocasión y ya deprisa iniciamos el descenso y el camino de regreso. Naturalmente se nos hizo de noche, incluso antes de lo previsto porque el cielo a última hora de la tarde estaba muy nublado y se avecinaba tormenta. A lo lejos se divisaban cortinas de agua que iban tapando y deshaciendo los contornos y formas de las montañas lejanas y en el camino nos acompañaron los relámpagos. Nuestro temor era que nos alcanzara algún algarazo antes de llegar, pero no fue así.
La luna, oculta por las nubes casi todo el tiempo, y que además estaba en cuarto creciente, no nos alumbró el camino. Lo hicieron las linternas de nuestros móviles (¡sirven para tantas cosas los móviles!) en los últimos cientos de metros cuando ya la luz era muy, muy, pero que muy escasa y la oscuridad lentamente se iba adueñando de todo.
(Adaptado de Redacción revista: «Rutas del andarín: Hoy el Risco. Y después, a los Tiricuendes», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 29, 2015, pp. 12-16, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Es una deliciosa tarde de primavera. La idea de salir a caminar por el campo resulta muy agradable y decido dar un buen paseo. Comienzo por llegar hasta el río por La Cañada, lo cruzo por el puente de las ovejas y decido dirigir mis pasos hacia la caída del sol, es decir, hacia Valderrebollo. A ese punto, la pradera del puente, regresaré, por lo que esta ruta se puede hacer en ambos sentidos y aunque hoy la hago andando también puede hacerse en bici.
El cielo está impresionante. Las nubes abundantes, grandes y voluminosas, como de tormenta, cubren a ratos al sol cuyos rayos intentan asomar entre ellas y a veces lo consiguen produciendo unos efectos espectaculares.
El mes de marzo de 2013 que acaba de terminar ha resultado ser el más lluvioso, según dicen los entendidos, desde que empezaron a registrarse este tipo de datos, allá por 1947, y los efectos de dichas lluvias los iré viendo continuamente, pues aunque ya estamos en uno de los primeros días de abril los días precedentes también ha llovido en abundancia. Algunos campos de labor se encuentran encharcados, la tierra ya no puede absorber más agua de la que ya ha absorbido, pero los colores resultan por ello más intensos. El camino también se encuentra cubierto por charcos en varios puntos, a veces casi por completo, y hay que ingeniárselas para continuar la marcha sin meter los pies en el agua o en el barro.
Las riberas del camino y las praderas próximas están intensamente verdes. Los cultivos, depende, algunos cereales cubren de verde algunas parcelas, en otras, apenas despuntan unos tímidos brotecillos, y los árboles del río aún permanecen desnudos.
Las charcas de Valderrebollo, secas durante algún tiempo, han vuelto a llenarse creando un hermoso paraje muy agradable para su contemplación y útil para algunos animales, un lugar ideal para facilitarles la vida a algunos, especialmente a las aves. De hecho al acercarme algunas salen volando precipitadamente.
Unos metros más adelante de la última charca, y ya con las casas de Valderrebollo ante mis ojos, sale un camino a la izquierda, en dirección a Las Matanzas, es el que tomo. A partir de aquí me adentraré en el campo abierto, alejándome del río y acercándome a la zona de monte próxima a Las Morras. Estas irán quedando poco a poco a mi espalda. El camino por aquí está lleno de huellas de animales muy visibles por la blandura del terreno. Se distinguen muy bien las marcas de pezuñas grabadas en el barro y parecen recientes. Instintivamente levanto la vista hacia la derecha con la esperanza de ver algún corzo. Y ¡qué suerte! Veo cuatro ejemplares que con cierta tranquilidad, sin apresurarse, van dando saltitos por medio de un sembrado. Me quedo mirándolos hasta que desaparecen, pero un poco más adelante vuelvo a verlos de nuevo dos veces más debido a las ondulaciones del terreno hasta que desaparecen definitivamente en el monte.
Al borde del camino, los restos de lo que parece un pájaro, quizá una paloma, evidencian el funcionamiento diario de la cadena alimentaria, pues acaba de ser devorado por un animal mayor, además de algunas plumas y los huesos se observan restos muy frescos, probablemente ha ocurrido hace un rato.
Con la Peña del Castillo al frente y los pinares cada vez más próximos, llego al cruce con el camino de las Matanzas, que coincide con la Cañada de Merinas, donde cambio nuevamente el rumbo tomándolo a la izquierda y me encamino hacia el Tejar. Tras subir una pequeña elevación del terreno, la hermosa vista de Masegoso y la amplitud del valle del Tajuña con el Risco y el Tiricuende al fondo me dan una sensación muy placentera, a pesar de que los árboles desnudos no lucen como acostumbran para hermosear el paisaje.
Sin dejar la Cañada en poco tiempo llego al Tejar y al puente, donde inicié este paseo. Cruzo el río donde algunas truchas que hoy se han librado del anzuelo se pasean tranquilamente río arriba y río abajo con ágiles movimientos, y ya anocheciendo llego a mi casa.
He tardado casi dos horas, pero no he ido deprisa y me he parado varias veces a contemplar el entorno y a observar la naturaleza. Calculo que el recorrido habrá sido aproximadamente de siete u ocho kilómetros que he recorrido con agradable temperatura y bonitas vistas. El ejercicio me ha sentado estupendamente, tanto al cuerpo como al espíritu, y me siento muy bien por ello.
(Adaptado de El Andarín: «Las Rutas del andarín», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 27, 2013, pp. 23-24, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Este comentario no pretende explicar cómo es la Peña del Castillo, ni el paisaje que desde su cima se divisa. Yo es la primera vez que he ido en plan de excursión, formando parate de un grupo de gente del pueblo, y he de confesar que he vuelto encantada y con el propósito de volver.
Desde la salida de Masegoso y durante el trayecto fuimos comentando los distintos parajes por donde pasábamos. Cruzamos el Caz, seguimos por la Cañada, atravesamos el río por debajo del puente, el Tejar, por allí «El Cazarizo» y «La Retuerta», por allá «Las Matanzas», por aquí «Zarrampolo», el corral del Use y su familia, etc., etc., hasta llegar al término de Solanillos.
Llegamos a una fuente-abrevadero, descansamos unos minutos, nos tomamos una pizca de bocadillo y seguimos hacia el observatorio de la zona.
La señorita vigilante nos permitió subir al mirador para que recreáramos la vista y desde allí pudimos sentirnos orgullosas de nuestro pueblo.
Desde el pie de la torreta, cruzando entre los pinos por una pequeña y casi inapreciable senda, llegamos a lo alto de la Peña. La bordeamos, nos asomamos a sus cuevas, volvimos a contemplar el paisaje, respiramos hondo y de vuelta al pueblo.
Cuando llegamos al camino (con alguna dificultad, pues la bajada de la Peña no tiene una senda clara), pudimos observar una puesta de sol magnífica, digna de una postal. Lamentamos no haber llevado una cámara de fotos. Otra vez será.
Aquí no teno por menos que hacer una reflexión en voz alta: «Qué distinto me pareció todo a como lo veía cuando iba con los escardillos en la mano, la solanera cayendo y la modorra en el cuerpo».
Además, debo decir que tuvimos suerte de que vinieran en nuestro pequeño grupo chicas que, por motivos familiares, habían hecho ese camino muchas veces y sus padres les habían contado la leyenda en torno a esta Peña del Castillo.
En homenaje a esos padres, escribo los siguientes versos:
En la Peña del Castillo
tiene Masegoso una joya;
allí, según se nos cuenta,
en tiempos vivió una mora.Muy cercana hay una fuente
con aguas muy cristalinas
donde parece ser
que la mora bebía.Y no solamente bebía,
porque también se comenta
que se bañaba temprano
para no ser descubierta.Habrá quien no se lo crea
y que negarlo intente,
pero lo vi con mis ojos
y esa Peña tiene duende.
(Adaptado de Villaverde López, Anita: «Excursión a la Peña del Castillo», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 6, otoño-invierno de 2001, pp. 17-18, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
El lunes 18 de septiembre [de 2006] amaneció claro y soleado en Masegoso de Tajuña. Era una mañana de finales de verano con una tonalidad dorada en el ambiente y más suave que la de los días sofocantes de pleno verano, que hacía sentir en el ánimo la proximidad del otoño. Con estas perspectivas pensamos que sería una buena idea hacer una excursión en bicicleta. Y sin pensarlo dos veces, cogimos las bicis e iniciamos la ruta los tres biciclistas (la Mari Pili, el Lolo y yo).
Salimos por la calle del Palacio, que a esas horas presentaba poca intensidad de tráfico, y a continuación, atravesando las Eras por el polvoriento camino enlazamos con la carretera de Las Inviernas. A los pocos metros pudimos contemplar el inmenso maizal de «La Dehesa», que mostraba los primeros síntomas de madurez, pues ya despuntaba una ligera tonalidad amarillenta. Sin prisa, pero sin pausa, nuestra intención era llegar hasta la Fuente de Las Inviernas.
La excursión iba transcurriendo tranquilamente, llegamos a la reguera de «Vallunquer» y seguimos viaje atravesando las viñas cuyos frutos estaban casi a punto para la vendimia. Casi sin darnos cuenta llegamos hasta el kilómetro 7, donde nos encontramos con un caminante que iba bien equipado con su mochila y su estera enrollada. Al llegar a su altura le saludamos cordialmente:
—¡Hola!
—¡Hola! ¿Queda mucho para llegar a las Inviernas?
—No. Al rebasar la curva ya se ven las primeras casas. Queda un kilómetro más o menos.
Seguimos nuestro camino y al poco rato llegamos a la fuente, donde como es costumbre nos tomamos un merecido descanso y nos echamos un buen trago de agua fresquita que con abundancia salía por sus dos caños. Una vez saciada la sed comentamos que era extraño ver por estos lugares a un caminante en solitario tan bien preparado, así como para recorrer grandes distancias caminando.
—Si esperamos un poco saldremos de dudas, pues imagino que parará aquí para refrescarse.
Efectivamente, al cabo de poco tiempo le vimos aparecer y no tardó en acercarse. Tras saludarnos nuevamente, nos dijo que se llamaba Jaime, que era un peregrino del Camino de Santiago y que estaba haciendo la RUTA DE LA LANA, que va desde Cuenca a Burgos; donde enlaza con el Camino de Santiago de toda la vida.
Estuvimos un buen rato charlando animadamente, mientras se refrescaba los pies, pues los traía un poco machacados por los días que llevaba de marcha. Nos comentó que había pasado la noche en Cifuentes. Desde donde por un camino llegó hasta Moranchel, y luego cruzó el río Tajuña por un puentecillo de tablas y, siguiendo río arriba, se encontró con una casa rural que le pareció su casa ideal. Después, salió a la carretera donde se encontró con nosotros. Desde la Inviernas pensaba llegar hasta Mirabueno. Y después, hasta Atienza donde pensaba investigar algunas raíces familiares. Mas adelante se reuniría con un amigo y continuarían juntos.
Nosotros, sorprendidos, pues no teníamos noticias de esta ruta tan cercana a nuestro pueblo, cuando nos habló del trasporte de la lana, que por aquí se hacía en tiempos remotos, le comentamos que en nuestro pueblo todos los años realizamos una marcha por la Cañada Real de Merinas y que le podríamos avisar si le interesaba, a lo que nos contestó que lo tenía un poco difícil pues residía en Menorca:
—¡Uy que curioso!. Pues tú eres el primer caminante, o peregrino, que hemos encontrado haciendo esta ruta. Vamos, ¡que es la primera noticia de su existencia!
—Pues no soy el único, ni el primero. En Cifuentes he coincidido con unos holandeses que también la hacen. Y me consta que otros ya la han hecho antes.
Y como, casi sin darnos cuenta, iba transcurriendo el tiempo en tan agradable conversación, y como quiera que Lolo (menos interesado que nosotros en la charla) empezaba a impacientarse, nos despedimos del caminante menorquín con nuestros mejores deseos hasta finalizar la ruta:
—Bueno, pues… ¡Qué tengas suerte, Jaime! Encantados de haberte conocido. Quizá volvamos a encontrarnos alguna vez en algún otro camino.
—Lo mismo os deseo yo a vosotros. ¡Qué os vaya bien!
Y tras un último trago de agua, del agua tan rica de Las Inviernas, cogimos nuevamente las bicis y nos encaminamos hacia Masegoso. Pero justo en la curva de salida, cerca de la ermita, nos encontramos con una pareja de caminantes, igualmente equipados para largas marchas. Y la Mari Pili (que se enrolla como las mujeres de los persas, es decir, como las persianas) no pudo resistir la tentación de pararse y preguntarles si ellos también hacían la Ruta de la Lana, y ellos le confirmaron que, efectivamente, así era. Eran los holandeses.
Y ya por fin, continuamos el regreso a Masegoso.
Después de esta experiencia, nos quedamos dando vueltas en la cabeza a la Ruta de la Lana, y como nos había comentado Jaime, en Internet he encontrado información abundante sobre ella.
Ruta de la Lana
Tal y como indica su nombre, esta poco conocida, pero hermosísima ruta a Santiago de Compostela coincide en su mayor parte con los primitivos caminos de la trashumancia.
Podría definirse como el camino seguido por los esquiladores desde La Mancha hasta Burgos, gran capital comercial de la lana en los siglos xvi y xvii.
Existiendo desde la antigüedad, el momento de auge de este tipo de vías se produce en la Edad Media, abarcando casi toda la Península. El monarca que dio el espaldarazo definitivo a estas rutas fue Alfonso X El Sabio con la creación del Honrado Concejo de la Mesta, institución que englobaba a los pastores y a los propietarios castellanos de ganado trashumante. Gracias a esta institución recibieron numerosos privilegios, como el libre tránsito por todo el territorio.
La importancia alcanzada por el comercio de la lana obligó a definir con gran precisión los límites y trazados de las distintas rutas, articulándose un conjunto de Cañadas Reales.
El esplendor de la trashumancia se vino abajo a partir del siglo xix con la aparición del ferrocarril, el automóvil, la expansión de las ciudades frente al mundo rural, etc. El camino de Santiago está tratando de recuperar la belleza y la magia de estos caminos para acercar el Jubileo a las poblaciones de Alicante, Albacete, Cuenca y Guadalajara.
Existe una peregrinación documentada por esta ruta en la primavera de 1624 realizada por Francisco Patiño, María de Franchis y Sebastián de la Huerta, quienes en la primavera de dicho año, salen de un pequeño pueblo conquense y parten hacia Santiago. Los motivos que tienen para peregrinar son agradecer al Apóstol los prodigios obrados en su favor al haberles librado de morir en el incendio de su casa.
La Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Cuenca realizó este recorrido en 1999 distribuido en quince etapas. Y facilita información en su sede de Cuenca y en Internet a los caminantes interesados en ella: distancias, donde comer, dormir, situación de albergues, etc.
Asimismo, ha marcado el camino con flechas amarillas pintadas en las piedras, los troncos o el suelo. Podéis comprobarlo si dais un paseo hasta el puente de Moranchel, o por la carretera de Las Inviernas. Están marcadas por distintos sitios para ir a pie, en bici o a caballo.
Por otra parte, también La Asociación de Amigos del Camino deSantiago de Alicante está señalizando el camino para que la ruta llegue hasta allí.
Toda esta información se puede ampliar en Internet consultando las siguientes páginas:
http://www.decuencaasantiago.org/rutalana/rutadelalana.htm
http//www.mundicamino.com/rutas
Por su proximidad temática, e incluso geográfica, con La Cañada Real de Merinas Soriano-Oriental y nuestras marchas por ella, podríamos considerar la posibilidad de realizar alguna por el tramo de esta ruta que pasa por nuestra provincia y tan próxima a nosotros: de Cifuentes a Las Inviernas, de Las Inviernas a Mirabueno...
Ahí queda la idea.
(Adaptado de Estalayo, José Carlos: «La Ruta de la Lana», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 16, otoño-invierno de 2006, pp. 12-15, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Es ésta una ruta bastante cómoda que podemos hacer en bicicleta o andando y en cualquier época del año. En esta ocasión la haremos paseando tranquilamente, sin prisa, para así poder disfrutarla con mayor intensidad.
El andarín toma como punto de partida el camino que cruza las eras en Masegoso, para seguir por la carretera de Las Inviernas, atravesando «Los Tomillares» y, dejando a la izquierda la finca de «Las Cañadillas» llegar un poco más adelante hasta «Vallunquer». Aquí en la reguera, el caminante decide hacer un pequeño descanso y le viene a la memoria un episodio curioso. Recuerda que no ha mucho tiempo que un esforzado y atrevido grupo, más o menos numeroso, de renacuajos (masegoseños) tenía como costumbre, en las ociosas noches de verano y después de la cena, dar un paseo en animada charla hasta este lugar; mientras otros paisanos y paisanas se quedaban en el pueblo dando vueltas a su contorno. Una vez alcanzada la meta de la reguera se tomaban un merecido descanso, tumbándose boca arriba en el duro asfalto para contemplar así el estrellado cielo de las serenas noches del verano alcarreño. Pero dejémonos de historias y prosigamos nuestra ruta que si no, no aviamos.
Por tanto, nuestro paseante prosigue su ruta y nada más coger el empalme de la carretera hacia Moranchel se encuentra a su izquierda con un solitario, digno y viejo cerezo al que merece la pena contemplar, sobre todo en primavera en el que podremos ver algunas de sus ramas florecidas, siempre que alguna traicionera y tardía helada no se haya encargado de arrebatar.
Un poco más adelante llega nuestro caminante hasta el Puente de Moranchel, donde decide hacer otro alto en el camino (por lo visto no tiene ninguna prisa) y baja hasta la chopera para contemplar el tranquilo discurrir del Tajuña en este privilegiado entorno. Concluido el descanso, el andarín se reincorpora al camino para subir la cuesta algo larga, aunque no muy pronunciada, a la que sigue una pequeña bajada para después de afrontar un último repecho, entrar en el pueblo de Moranchel.
Ya en el pueblo y después de cruzar la plaza del Ayuntamiento, llegará hasta la fuente para echar un reconfortante trago de agua. A continuación se dirige hacia el frontón y la cuesta de la Iglesia para contemplar tras un recodo el trampantojo (pintura realista en la pared) realizado por una artista local, Asun Vicente.
El caminante, mientras contempla la pintura, recuerda haber leído en el Boletín de Moranchel, número 37, que publica trimestralmente un grupo de morancheleros, un interesante artículo (firmado por María del Carmen Díaz) sobre este tema del trampantojo. Asimismo, recuerda haber visto una página en Internet, realizada por un caminante llamado Mario Calvo sobre la 6.ª etapa de la Ruta de la Lana, después de haber hecho el recorrido (http://www.mariocalvo.eu/RUTA DE LA LANA/06ETAPA/06etapa.htm). El contenido de dicha página se acompaña de la sintonía de la canción de Sabina Y nos dieron las diez... y nos muestra interesantes comentarios e imágenes de Moranchel.
El caminante se resiste a dejar el pueblo sin subir antes al cerro que llaman Pico la Torre. Merece la pena realizar el esfuerzo de la subida para una vez arriba disfrutar la maravilla de paisaje que desde allí se divisa. Habiendo llegado a lo más alto, en el éxtasis de contemplación, conviene bajar a la realidad, y el paseante se dirige al camino que le llevará de vuelta a Masegoso, no sin antes hacer una parada para reponer fuerzas en el Bar del Rimun, donde en un ambiente agradable y acogedor se toma unos botellines con unos amigos de Moranchel que allí se encontraban.
Repuestas ya las fuerzas, saliendo por la misma calle del Bar, enlaza con el camino que discurre entre tierras de cultivo hacia Masegoso.
No tarda mucho en volver a encontrarse con el Tajuña que ajeno a todo sigue su lento discurrir. Al llegar al «Pozo de la Pimienta», el andarín decide hacer una última parada a la sombra de la chopera mientras rememora escenas de juventud vividas en este lugar cuando teníamos más costumbre de venir a bañarnos en los días de verano. Concluido el descanso sigue su camino, cruza la carretera por debajo y por la Cañada llega a Masegoso, donde concluye la ruta.
(Adaptado de Estalayo, José Carlos [el Andarín]: «Rutas alrededor de Masegoso (para hacer en bici o andando): Masegoso-Moranchel-Masegoso», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 19, primavera-verano de 2008, pp. 11-13, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Comenzaremos esta ruta en el Puente de Masegoso (el de las ovejas). En esta ocasión la haremos en bicicleta, preferentemente de montaña, y recorreremos una distancia de algo más de 12 kilómetros en total con algunos tramos de relativa dificultad, sobre todo en la ida, en los que nos tendremos que apear de la burra.
Como íbamos diciendo iniciamos la ruta en el puente, dónde si se hubiera conservado un panel informativo que allí estaba situado, hubiéramos podido leer las circunstancias en que hace unos setenta años se produjo la voladura de este puente, pero como ya no está nos quedamos con las ganas y cruzamos el río para seguir por la Cañada, dejando a nuestra derecha el Corral del Puente, dónde si se conserva aún un panel informativo, y continuamos hasta el Tejar, donde también encontramos otros dos paneles.
Siguiendo nuestro camino, un poco más adelante nos encontramos con una bifurcación, cogeremos el camino de enfrente y muy pronto nos encontramos con una cuesta bastante dura, por lo que nos lo tomamos con tranquilidad, nos apeamos de las bicis y subiremos andando.
Terminada la cuesta volvemos a montar y nos encontramos enseguida a nuestra izquierda un corral, completamente en ruinas. Enseguida llegamos a un cruce de caminos, tomaremos el de la izquierda, y un poco más adelante lo haremos a la derecha, desde donde transcurre rodeado de pinos. Encontramos también un poco de dificultad, pues seguimos subiendo y algunos trozos lo haremos a pie. Al final de la cuesta nos encontramos la pista forestal que cruza, la tomamos a la izquierda y enseguida veremos la Peña del Castillo. Imponente roca, donde, aprovechando las oquedades de su interior se han albergado rebaños de ovejas. También hay leyendas que sitúan en tiempos remotos a una mujer mora refugiada en su interior, y también cuentan que habría un túnel que se comunicaba con el Castillo de Cifuentes.
Continuamos con nuestra ruta y un poco más adelante llegaremos hasta el Pico 18, conocido por este nombre porque se comenta que en los días claros se pueden divisar 18 pueblos. Aquí hay situada una torre de vigilancia, que si estuviera el vigilante, seguramente nos permitiría subir y desde allí comprobaríamos la inmensidad del paisaje e identificar los pueblos que se divisan (no creo que llegáramos a localizar los 18). Hemos de aclarar que este cerro en los mapas está identificado con el nombre de La Atalaya, y que los de Solanillos, en cuyo término se encuentra, le llaman La Morra.
Ahora para completar el recorrido bajaremos de la Torre hasta la pista y desde allí coger el camino que en dirección a Solanillos se mete entre los pinos y así llegaríamos hasta la fuente conocida como Fuente del Castillo, donde nos habremos ganado un prolongado y merecido descanso.
Concluido el descanso es el momento de montar en las bicicletas y emprender el regreso. Llegaremos de nuevo a la pista giraremos a la izquierda y unos pocos metros más adelante tomaremos el camino que nos llevará hasta «Las Matanzas» y enlazando de nuevo con la Cañada, llegaremos a escape hasta el Tejar y el puente, donde daremos por concluida la ruta.
(Adaptado de Estalayo, José Carlos [el Andarín]: «Las rutas del Andarín: Peña del Castillo (para hacer en bici o andando)», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 20, otoño-invierno de 2008, pp. 22-25, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
La ruta que os proponemos se sale de nuestro pueblo, se sale bastante, pues pasaremos por el término municipal de varios pueblos vecinos. Será un recorrido largo que no podremos hacer andando, así que echaremos mano de la bici.
Partiendo del puente de Masegoso, llegaremos hasta la pista forestal que va por Las Morras. Si no hemos hecho la ruta anterior, o simplemente nos apetece, como le ocurre al andarín, antes de dirigirnos hacia Barriopedro podemos dar una vuelta por las inmediaciones de la Peña del Castillo y acercarnos a la fuente a echar un trago y refrescarnos. Si no deseamos entretenernos, tomaremos la pista forestal a la derecha, hacia poniente, dejando a nuestra espalda la Peña del Castillo.
El andarín, hoy convertido en ciclista como ya hiciera la vez anterior, hace este recorrido una tarde soleada de principios de verano. Hace calor y al llegar a los primeros pinos, se para a darle un tiento a la cantimplora. Pero, de pronto, ¿qué es lo que ve? No puede creerlo, es una manada de corzos. No se atreve a moverse para no romper el encanto y con la cantimplora a pocos centímetros de su boca, cual improvisada estatua campestre, se queda inmóvil durante unos segundos, justamente los que ellos tardan en verlo y salir corriendo.
Tras reponerse de la impresión, el andarín ciclista continúa su marcha. El si se detiene en la Peña del Castillo. Es un ciclista sin prisas. Le gusta subirse a la roca y contemplar el paisaje que le rodea. Sentado en ella percibe un ligero movimiento y ¡Sorpresa! descubre a una saltarina ardilla subir por un pino. No sabía que había ardillas por aquí y descubrir una ha sido una grata sorpresa. En las proximidades también se mueven continuamente y cambian de árbol algunas urracas.
Pensando aún en los corzos y en la ardilla, al fin se levanta y se acerca a saludar al chico de la torre de vigilancia y charlan un rato. Es de Solanillos, y después de preguntarle «¿y tú de quien eres?», hablan de nuestros pueblos y nuestras gentes y descubren que tienen muchos conocidos en común, vamos, que casi resultan parientes.
Antes de continuar, se acerca a la fuente, se refresca y rellena la cantimplora. Luego continúa su ruta y, pasando de largo el camino de Las Matanzas que sale a la derecha, al cabo de un rato llega a un cruce. Un ave rapaz que no es capaz de identificar, aunque le parece un águila, vuela sobre su cabeza alejándose en dirección oeste y se pierde de vista tras los pinos. El sigue la misma dirección, hacia Barriopedro por detrás de Las Morras, adentrándose en un paraje de pinos impresionante.
A la izquierda puede distinguir La Olmeda y durante un buen trecho no verá ninguna otra población, ni cultivo, ni a otro ser humano. Sólo un maravilloso paisaje de pinares. Es como otro mundo, un mundo de pinos.
Un poco antes de abandonar los pinares encuentra unas bajadas muy pronunciadas, pero él andarín ciclista ha puesto a punto su bici y lleva buenos frenos. Y de pronto todo cambia, se acaban los pinos y ante sus ojos aparece una veguilla con huertos, donde un hortelano que trabaja cavando las patatas, o quizá regando los tomates, suelta la gancha para mirarle con curiosidad.
Siguiendo hacia la derecha, el camino que va paralelo al curso del arroyo que hace fértil la vega enseguida le lleva a Barriopedro.
Se detiene a descansar y entabla conversación con un paisano del lugar que está sentado a la sombra. Igual que ocurrió con el de Solanillos, con éste también tiene conocidos en común, y el paisano le pregunta por una mujer de nuestro pueblo con la que él bailaba en la fiesta del suyo cuando eran mozos y cuyas familias se conocían desde la guerra. Luego se acercan dos mujeres que se incorporan a la charla y al cabo de un rato ya se ha formado un corrillo variopinto en animada conversación. Uno de ellos saca una bota y después de echar un trago de vino de la tierra y unas risas, el andarín los deja con cierta penilla, pues ha sido un rato agradable.
Desde allí, por una carreterilla sale a la carretera de Brihuega, y la toma a la derecha en dirección a Masegoso. Al llegar al camino que lleva a la ermita de Valderrebollo el andarín decide tomarlo para evitar la carretera.
Y, ¡Cómo no! En Valderrebollo también se para otro rato, pues se cruza con unos conocidos a los que saluda y les cuenta el recorrido. Y por el camino paralelo al río que une nuestros pueblos va saludando a algunos otros andarines y andarinas de la tarde. En poco tiempo llega al puente de Masegoso con una sensación muy agradable. Se para un rato a la orilla del río y contempla las truchas desde el puente en su ir y venir.
En ese momento, el andarín piensa que hoy ha disfrutado de ver animales terrestres, aéreos y acuáticos, algunos poco fáciles de ver. Ha visto, asimismo, paisajes variados; y ha hablado con gentes de pueblos diferentes. Y tras esta reflexión, se encamina hacia su casa pensando dónde irá el próximo día.
(Adaptado de Estalayo, José Carlos [el Andarín]: «Las rutas del Andarín: Masegoso-Peña del Castillo-Las Morras-Barriopedro-Valderrebollo-Masegoso (para hacer en bici)», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 22, otoño-invierno de 2009, pp. 23-26, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Fueron muchas las marchas que realizamos en grupo por distintos parajes de nuestro pueblo el verano pasado. Algunas resultaron un agradable paseo, otras más largas, fueron una buena caminata llegando en varias de ellas al término municipal de los pueblos vecinos.
Entre estas últimas, destacamos la realizada a la Peña del Castillo simultáneamente con las chicas de Solanillos. Previamente, les habíamos expresado la idea de salir cada grupo de su pueblo, juntarnos en la fuente para merendar y charlar un rato y después de pasar la tarde juntas regresar por el mismo camino cada “mochuelo a su olivo”, es decir, cada grupo a su pueblo.
La idea les pareció muy bien y tras superar alguna dificultad para fijar la fecha, la llevamos a cabo. Ellas (y algunos ellos) salieron desde su pueblo más o menos a la misma hora que nosotros, pero su recorrido es algo menor y llegaron antes. Durante todo el trayecto, y sin soltar el móvil de la mano, fuimos enviándonos mutuamente mensajes e imágenes: «Vamos por el Tejar», «Mirad qué paisaje de girasoles», «¿Por dónde vais vosotras?»...
Ya un poco antes de llegar y antes de verlas, oímos el guirigay de voces. Parece que son muchas, pensamos, y efectivamente nos nos sorprendieron muy gratamente por el abundante número de participantes y la abundante merienda que llevaban preparada para compartir con nosotras. ¡Ole, las de Solanillos! Llevaron algún coche para desplazar a las más delicadas que teniendo alguna dificultad para andar no querían perderse el encuentro, lo que también facilitó que pudieran llevar más cómodamente las viandas, de las que llegaron muy bien provistas tanto de comida como de bebida.
Tras las sorpresas y saludos, nos contamos mutuamente los pormenores del camino y empezamos a sacar la merienda, sobre todo ellas. Pasamos todos juntos un agradable rato que se nos quedó corto. Sabido es que entre ambos pueblos hay relaciones abundantes, tanto familiares como amistosas. El ambiente fue muy agradable, lo pasamos muy bien y disfrutamos mucho del encuentro. Esperamos haber sentado un precedente para que sigamos haciendo encuentros como este en años venideros.
Y después de charlar, merendar y hacernos muchas fotos tuvimos que iniciar el regreso antes de lo que nos hubiera gustado, pero teníamos que hacerlo antes de que se nos hiciera demasiado tarde, pues el camino es largo. Y ya de noche, llegamos a casa después de haber pasado una agradable tarde con nuestras amigas/os, primas/os y conocidas/os de Solanillos, que esperamos repetir en el futuro.
(Adaptado de Redacción revista: «La Peña del Castillo», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 29, 2015, pp. 17-19, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Como en el verano de 2014, el pasado, el de 2015, teníamos programada una marcha a la Peña del Castillo conjuntamente con las chicas de Solanillos. Pero en esta ocasión las circunstancias no eran las mismas. Por distintos motivos: familiares, laborales, vacacionales... no nos fue posible reunirnos en tan abundante número como en 2014, pero aunque en menor número, también nos reunimos con ellas. Nos juntamos diecisiete personas, un buen grupo, para merendar junto a la fuente y pasar un rato juntos, pues nuestro grupo era mixto.
El calor aun estaba presente, pero al ser ya a finales de agosto no era demasiado grande, por lo que llegamos muy bien. Los girasoles también estaban bastante avanzados en su maduración y menos espectaculares a la vista, pero la llegada a los pinos fue gloriosa. Plantados hace más de cuarenta años, quizá cincuenta ya, en un proceso de repoblación que algunos aún recordamos, puesto que la gente de la zona trabajó durante algún tiempo en ello, han crecido y creado maravillosos pinares con ejemplares de alto porte y profunda sombra. Y ya estando en los pinos, la fuente está más cerca.
Allí nos esperaba el grupo de chicas de Solanillos que al igual que el año anterior llegaron antes. Los saludos, la alegría de encontrarnos y la sorpresa para algunas llenaron los primeros momentos. Después, el trago de agua en la fuente, la merienda y las fotos.
Y a continuación, por detrás de la fuente, por otro sombreado, agradable y precioso camino de pinos, nos dirigimos hacia la torre de vigilancia ubicada en el conocido como Pico 18, donde con ayuda del vigilante fuimos capaces de distinguir los dieciocho pueblos que desde allí pueden distinguirse. Por riguroso turno de subida, ya que todos a la vez era imposible, fuimos subiendo a la torre para disfrutar de las hermosas vistas panorámicas que se pueden ver desde allí.
Charlamos con él, nos enteramos de que vive en Masegoso y poco a poco iniciamos el descenso hasta la pista forestal donde nos dividimos. Las de Solanillos se dirigieron hacia la carretera Cifuentes-Solanillos, ya que iban a regresar por allí, y nosotros hacia el lado contrario para coger nuestro camino de regreso. Lo pasamos bien, tanto allí como en el camino, pues tanto en la ida como en la vuelta fuimos formando de manera espontánea pequeños subgrupos que en cualquier momento cambiaban, según el ritmo de la marcha.
En el regreso, a medida que el sol se iba ocultando, nos iban cubriendo las incipientes sombras de la noche e iba apareciendo la tímida iluminación de la luna. Ambas, sombras y luz de luna, fueron haciéndose mayores a medida que avanzábamos hasta llegar al pueblo donde como era de esperar lo hicimos ya de noche, en torno a las diez.
Casi al mismo tiempo, y mientras subíamos por la fuente del lavadero, recibíamos, vía WhatsApp (guasap), la información de que ellas, las de Solanillos, también acababan de llegar, sólo un poquito antes que nosotras.
Todos, ellas y nosotros, regresamos contentos y satisfechos después de haber realizado una considerable marcha en grupo y un muy agradable encuentro con nuestras amigas (y en mi caso primas) del pueblo vecino.
Esperamos volver a reunirnos el próximo verano, y también los siguientes, pues es un encuentro que nos resulta muy grato.
(Adaptado de Redacción revista: «La Peña del Castillo», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 30, 2016, pp. 10-12, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Parece ser que nuestro pueblo se está convirtiendo en una zona de rutas. Desde hace siglos, ha pasado por aquí la Cañada Real Soriana Oriental. Mucho más recientemente, y después del viaje que hiciera por aquí Camilo José Cela, basada en su itinerario se ha establecido la Ruta Viaje a La Alcarria, y por último hemos descubierto una nueva ruta: la de los Calatravos.
Quizá os hayáis fijado en un cartel situado al comienzo del camino del cementerio. Apareció ahí hace algún tiempo, poco, y nos indica que estamos ante una ruta jacobea: la Ruta de los Calatravos. Hay otro igual en el camino de «Las Matanzas», cerca de los pinos, y aún hemos visto alguno más.
Hemos buscado información sobre ello y hemos averiguado que hay una nueva ruta jacobea, una nueva forma de hacer el Camino de Santiago desde La Mancha, coincidiendo su recorrido en parte con la Cañada Real Soriana Oriental y en parte con la Cañada Real Riojana, hasta enlazar con el Camino Francés a su paso por San Millán de la Cogolla en La Rioja.
En su recorrido por el tramo perteneciente a la Cañada Real Soriana Oriental, es en el que se incluye su paso por Masegoso, y de ahí la presencia de los carteles.
La Orden de Calatrava, orden militar y religiosa que da nombre a esta ruta, fue fundada en el Reino de Castilla en el siglo xii con el objetivo inicial de proteger la villa de Calatrava, ubicada cerca de la actual Ciudad Real, de los constantes ataques de los musulmanes durante el periodo de la Reconquista. En la actualidad únicamente tiene carácter honorífico y nobiliario [algunos de los antiguos señores de Masegoso fueron caballeros de esta orden: lo fue desde 1641 el marido de Antonia María Cortés Pardo de la Casta de Rivadeneira, XIII señora de Masegoso, Isidro Antonio de Moscoso y Córdoba, y lo fueron desde 1670 los hijos de ambos, Pedro Cayetano de Moscoso y Cortés Córdoba, XIV señor de Masegoso (hasta su muerte, en 1690), y Jacinto Roque de Moscoso y Cortés Córdoba (fallecido en México en 1691)].
Los peregrinos que abrieron esta ruta la recorrieron en bicicleta. En su tramo por las Cañadas Reales Soriana Oriental y Riojana , según cuentan ellos mismos, vieron el estado de conservación en que éstas se encuentran e insisten en la necesidad de utilizar estos caminos para conservar y salvaguardar este patrimonio de alto valor natural. Los peregrinos van andando, a caballo o en bicicleta respetando así el medio ambiente que les rodea y contribuyendo a su mantenimiento por lo que resulta de gran utilidad recorrerlas para que no desaparezca su trazado. Opinión con la que estamos absolutamente de acuerdo y a la que durante algún tiempo hemos contribuido con nuestras Marchas por la Cañada.
A estas rutas con nombre propio y su señalización correspondiente, les podemos añadir, una más: la cercana Ruta de la Lana que va por territorio de Moranchel, pero tan próxima a nosotros que algunas tardes que salimos a caminar si llegamos al empalme o al puente de Moranchel, coincide en parte con nuestro recorrido, ya que esta ruta cruza el río y continúa por Vallunquer, cosa que podéis comprobar fácilmente cualquier día en vuestros paseos.
Esta Ruta de la Lana cuando la descubrimos, hace algún tiempo, tenía una variante que río arriba pasaba por un puente de madera hacia el antiguo molino de Las Inviernas, según nos contó un peregrino que caminaba por ella.
Así que, teniendo alrededor varias rutas con nombre propio y su indicación correspondiente, a las que podemos añadir nuestros caminos locales, que son muchos y variados, no podemos dejar de caminar cada día por alguno de ellos y así mantenernos activos y en forma mientras pasamos un agradable rato de charla con nuestros acompañantes.
(Adaptado de Una Caminante: «La Ruta de los Calatravos», en Alto Llano, segunda etapa, n.º 28, 2014, pp. 12-16, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
En 1946, un joven escritor de 30 años llamado Camilo José Cela decidió hacer un viaje por tierras alcarreñas y conocer de primera mano su paisaje y sus gentes. Todo ello quedó plasmado en uno de los más importantes libros de viajes que se han escrito en nuestro país: Viaje a La Alcarria. Con esta experiencia, Cela quedó ligado a nuestra tierra y nuestras gentes para siempre, incluso hasta el punto de fijar su residencia en Guadalajara durante algunos años. De todo ello, los alcarreños nos sentimos muy honrados y nos consta que hizo grandes amigos en nuestra tierra, entonces y después, que conservó durante toda su vida.
El viaje de Cela se realizó del 6 al 14 de junio. Ahora se cumplen 60 años. Para conmemorar este aniversario, ha tenido lugar la Presentación de la Semana Cela y del Proyecto Ruta Viaje a la Alcarria.
Para presentar esta iniciativa y con la idea de darle continuidad se celebró en Madrid, en el centro cultural Conde Duque, un acto en el que estaban presentes miembros de La Fundación Rayet, La Fundación Camilo José Cela, la Casa de Guadalajara en Madrid, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Diputación de Guadalajara, el Ayuntamiento de Guadalajara, los ayuntamientos de los pueblos de la comarca de La Alcarria, incluido el nuestro por supuesto, y la Caja de Guadalajara.
Durante la Semana Cela un grupo de cuatro caminantes va a realizar, en las mismas fechas en las que lo hizo el escritor y con el mismo itinerario, un nuevo viaje a La Alcarria. Al igual que él, el día 6 de junio saldrán de Madrid para dirigirse a Guadalajara, donde propiamente empieza. Recorrerán el mismo camino y los mismos pueblos, en los que se sucederán los homenajes a Cela, y llegarán a Pastrana el día 14, donde finaliza el recorrido. Al día siguiente, 15 de junio, tendrá lugar un importante acto en Guadalajara en el que se colocará un monumento conmemorativo. Estos viajeros son expertos caminantes, y además repetidores, pues ya realizaron el mismo viaje hace 10 años, en el 50 aniversario. Entonces, en 1996, algunos de ellos tenían más de 70 años. Por lo tanto, ahora tienen más de 80 aunque ni su vitalidad ni su aspecto lo demuestren.
El acto de presentación lo presidió la viuda de Camilo José Cela, Marina Castaño. A él asistieron, además de las citadas anteriormente, otras destacadas personalidades vinculadas y conocedoras de La Alcarria y de Cela que nos ilustraron con sus amplios saberes y conocimientos. Terminó con la invitación a un vino español a todos los asistentes. Entre los que, con nuestro alcalde Luis Miguel a la cabeza, nos encontrábamos presentes una representación de Masegoso. A todos nos gustó mucho el acto y nos sentimos implicados y con ganas de participar. A Masegoso llegarán los caminantes el día 8 de junio y será para nuestro pueblo un honor atenderlos como se merecen. Como también lo hicimos cuando el propio Cela, con su choferesa, y la comitiva que le acompañaba pasaron por aquí en 1985 rememorando su viaje inicial.
En el Viaje a La Alcarria de 1946, Cela no se detuvo en Masegoso, pero cuando pasó por la carretera de camino a Cifuentes, escribió sobre nuestro pueblo lo siguiente:
Masegoso es un pueblo grande, polvoriento, de color plata, con algunos reflejos de oro a la luz de la mañana, con un cruce de carreteras. Los hombres van camino del campo, con la yunta de mulas delante y el perrillo detrás. Algunas mujeres, con el azadillo a rastras, van a trabajar a las huertas.
Muchos de nosotros hemos leído este libro con gran gusto (sobre todo el párrafo anterior) ya que habla de nuestra tierra, de sitios y pueblos que conocemos, de nuestras gentes, nuestra forma de ser, costumbres, paisajes...
Ahora, 60 años después de que lo escribiera un joven escritor que estaba en sus comienzos y llegaría con el tiempo a ser Premio Nobel de Literatura, es un buen momento para releerlo. Tan bueno como cualquier otro, pero quizá más oportuno por la celebración de estos actos de conmemoración. Y para recomendar, encarecidamente, a quienes no lo hayan leído aún, que lo hagan. Especialmente a todos los que somos y nos sentimos alcarreños. El viaje a La Alcarria es muy nuestro.
El 8 de junio, muy de mañana, un pequeño grupo salimos en coche desde Masegoso hacia Brihuega para recorrer con los viajeros del nuevo Viaje a La Alcarria, acompañándolos y caminando con ellos, el tramo que va de Brihuega a Masegoso. Mientras, los demás se quedaban esperando para recibirlos en el pueblo, y las mujeres, como sólo ellas saben hacerlo, preparaban unas buenas migas, y algunas otras cosas, para todos.
Recorrer los 20 Kms. que separan Brihuega de Masegoso con los cuatro caminantes fue una experiencia apasionante. Los cuatro: Juan, Julio, Mariano y Gustavo son personas muy interesantes, tienen muchas experiencias vividas y muchas cosas que contar, y las cuentan. En el grupo también iba Juan, de la Fundación Rayet; Pedro, periodista de Nueva Alcarria; Bernardino, deportista profesional; un señor de Sacedón aficionado a la fotografía que piensa hacer gran parte del recorrido con ellos y el grupillo de Masegoso, formado por Anita. Dionisio y las dos Pilares. Entre todos, formamos un grupo de doce personas caminando, además del amable y atento conductor de la furgoneta de apoyo que nos proveía continuamente de agua o de lo que pudiéramos necesitar. Caminamos a distinto ritmo, unos más rápidos, otros menos. Íbamos formando pequeños subgrupos de dos o tres, lo que propiciaba conversaciones muy interesantes con el compañero del momento, que no era siempre el mismo. Todo lo contrario, cambiábamos de posición y de compañero de charla con frecuencia, debido a las paradas para beber agua o porque venían coches.
El recorrido desde un punto de vista paisajístico como todos vosotros sabéis y conocéis, pues los de Masegoso lo hemos recorrido cientos de veces, es impresionante. Todo verde y frondoso a nuestro alrededor. El río con su murmullo en algunos momentos, y su presencia silenciosa en otros acompañó nuestro recorrido. Los chopos, álamos y otras especies arbóreas de ribera cubrían gran cantidad del espacio más próximo a nosotros. Campos de cereales, con su verdor característico también aparecían con frecuencia y las florecillas silvestres, especialmente amapolas ponían un colorido aún más intenso al conjunto. Un poco más distantes, en los cerros circundantes alguna encina y muchos robles también presenciaron nuestra marcha. En Cívica, ese rincón tan especial, con su pequeña cascada, su roca horadada, su frescor y su «porchecillo» a la sombra, nos detuvimos un buen rato a descansar, y los caminantes tan animosos y animados se echaron algunos cánticos que los demás acompañamos en lo que pudimos. Allí pasamos un rato delicioso.
Desde el punto de vista climatológico, el tiempo fue suavecito al principio y muy duro al final. Coincidiendo, además, el espacio más despejado de árboles en las proximidades de Valderrebollo con los últimos kilómetros y la mañana más avanzada. Nuestra pequeña venganza al aplastante calor fue dejar la carretera y meternos por los chopos, precisamente al final, ya en territorio de nuestro pueblo. Pues, ya llegando a Masegoso, en la «Riá la Parra», nos esperaban para animarnos con un estupendo vino de Trillo, Luis Miguel, Jesús, Beatriz y Jose Mari. Y decidimos que desde allí dejaríamos la carretera e iríamos por la orilla del río, caminando entre chopos por lo que llamamos la senda de los pescadores, llegando hasta el puente y entrando al pueblo por la Cañada.
El olorcillo de la comida según íbamos llegando y la presencia de nuestros paisanos nos recibieron en los jardines. Luego en la plaza, Luis Miguel nos leyó un bonito discurso de bienvenida, y después, yo misma leí un pequeño fragmento del Viaje a La Alcarria de Cela, antes de sentarnos a comer con tan especiales invitados. También nos honraron con su presencia otros, también especiales invitados como M.ª José, delegada provincial de Turismo; nuestro anterior sacerdote, Germán, a quien nos gustó mucho volver a ver; Salvador, el actual; la alcaldesa de Valderrebollo; e incluso una pareja de la Guardia Civil de Cifuentes (si olvido a alguien ruego me perdonen, no es intencionado).
A los postres, Julio, uno de los cuatro caminantes, nos recitó un Soneto a La Alcarria, compuesto por él mismo.
Todos, Ayuntamiento, Asociaciones y vecinos hemos participado y colaborado, aunque en distinta medida como es lógico, para hacer de este día una jornada especial, de las que se recuerdan siempre. Fue un día muy bonito. Muchas gracias a todos. Pero, en mi propio nombre, y creo que en el de todos los que comimos, es necesario reconocer y agradecer de manera especial el esfuerzo de las cocineras que con todo el calor de la mañana trabajaron duro en la lumbre para que todo estuviera listo, y lo estuvo, cuando juntos, nos sentamos a la sombra de los soportales a disfrutar de una comida de hermandad que nos supo a gloria regada con buen vino de Trillo, o con agua fresca o algún refresco, según los gustos, y que finalizó con un estupendo café de puchero.
La jornada terminó con un recorrido por nuestro pueblo mucho más rápido de lo que nos hubiera gustado, después de que los cuatro caminantes se echaran una buena siesta para recuperar fuerzas. Les mostramos el Museo, el Horno, el Centro Cívico con nuestro gimnasio, y por último El Tejar y el Corral del puente. No hubo tiempo para más. Ni siquiera pudimos dar una vuelta tranquila por el pueblo y subir a la iglesia. Se hacía tarde y al Tejar y al Corral fuimos en coche para ganar tiempo.
Pero allí, en los momentos previos al anochecer con la tarde revuelta y tormentosa, el cielo fue adquiriendo tonalidades preciosas. El sol poniente iluminaba algunas nubes altas, volviéndolas brillantes, encendidas, mientras en puntos más bajos adquirían los cálidos colores del ocaso, rojizos, anaranjados, rosáceos, amarillentos... que nos son tan familiares en las puestas de sol, mezclados con azules intensos y grises profundos, propios de la tormenta. Lo que, unido a la agradable temperatura que se quedó, hizo que como cierre de tan peculiar jornada, disfrutáramos de unos momentos sumamente agradables.
Fue un día muy especial. Desde por la mañana hasta por la noche.
Nos ha sorprendido un «Viaje a La Alcarria 2014» que han realizado cuatro mujeres de Guadalajara, a las que se ha ido uniendo gente en el camino. Así lo hemos hecho algunos de nosotros que las hemos acompañado en la etapa de Cívica a Cifuentes que pasa por Masegoso.
Cela inició su viaje en Madrid, dirigiéndose a la estación de Atocha para tomar un tren hasta Guadalajara, desde donde empezó a andar. Las viajeras han hecho lo mismo.
En el Viaje a La Alcarria de Cela, en 1946, él pasó de largo por nuestro pueblo pero nos dedicó un bonito párrafo que ya recordamos en otro Viaje a La Alcarria, el de 2006, en el que participó todo el pueblo ofreciendo una comida a los caminantes y comiendo con ellos (ver Revista n.º XV), y que por referirse a nosotros nos gusta y volvemos a reproducir ahora:
Masegoso es un pueblo grande, polvoriento, de color plata, con algunos reflejos de oro a la luz de la mañana, con un cruce de carreteras. Los hombres van camino del campo, con la yunta de mulas delante y el perrillo detrás. Algunas mujeres, con el azadillo a rastras, van a trabajar a las huertas.
En esta ocasión, podríamos decir que también las viajeras, como hiciera Cela, han pasado sin detenerse en Masegoso. Las razones han sido prácticas, para evitar caminar por carretera la ruta ha ido por caminos más o menos paralelos a ella, por lo que viniendo por el de Valderrebollo han enlazado con el de Moranchel. Es decir, han pasado por el puente, sin acercarse a las casas.
Las hemos acompañado en esta etapa, de Cívica a Cifuentes. Lo que resultó una experiencia muy enriquecedora. Conocimos a estas mujeres y a todo el séquito que se les ha ido añadiendo. Charlar unos con otros mientras vamos caminando resulta muy interesante, pues cambiamos con frecuencia de compañero de marcha, de tema de conversación y hasta de paisaje ya que al alejarnos del río el entorno fue cambiando.
En el primer tramo, caminamos junto al Tajuña por un camino a ratos desdibujado. Después de pasar el molino de Yela, nos sorprendió la llegada a la piscifactoría de Valderrebollo y contemplar las presas y retenciones del río que crean un entorno distinto y en algún punto de gran belleza. Al llegar a las primeras casas de Valderrebollo, primera población en el camino, estuvimos charlando un rato con unos vecinos que andaban por allí y luego, cruzando el pueblo, enfilamos hacia Masegoso por un amplio y cómodo camino que todos nosotros conocemos bien. Llegamos al puente pasamos por debajo de la carretera de Cifuentes y nos encaminamos hacia el Pozo de la Pimienta en dirección a Moranchel. Allí hicimos un gran descanso, y por último nos dirigimos a Cifuentes donde llegamos cansados, acalorados, pero contentos. Allí, todos juntos, comimos un bocadillo a la sombra de los soportales y descansamos mientras comentábamos el viaje.
Por la tarde, junto a la Balsa, las mujeres viajeras hicieron una performance (arte en vivo). Es decir, una acción artística, como suelen hacer en los lugares de fin de etapa, ya que ellas son artistas, y relacionada con lo que Cela cuenta en el libro sobre el lugar.
Nos consta, que al menos hasta ese momento, estaban muy satisfechas y felices de haber emprendido esta aventura que esperan sea el comienzo de una «Ruta Viaje a La Alcarria» que permanezca en el tiempo y se realice con más frecuencia.
En Cifuentes las dejamos, nos despedimos de ellas y les deseamos un venturoso, satisfactorio y feliz «Viaje a La Alcarria 2014».
La Diputación de Guadalajara ha convocado en 2016, año en el que se cumplen cien del nacimiento de Cela y setenta de la publicación del Viaje a La Alcarria, diez becas en colaboración con la Universidad de Alcalá de Henares y el colectivo «Arte en Marcha» destinadas a diez alumnos de dicha Universidad de distintas nacionalidades para realizar un especial «Viaje a La Alcarria».
Con este motivo y con la intención de internacionalizar la ruta se ha realizado el «Journey to the Alcarria», un recorrido por La Alcarria siguiendo la huella de Cela en el que los diez alumnos han formado parte de la comitiva, junto con las viajeras de Arte en Marcha: Laura, Naty, Sara y Gracia y las personas que se han ido incorporando en las distintas etapas.
En la 3.ª etapa, Cívica-Cifuentes, que pasa por nuestro pueblo, algunos de nosotros acompañamos al grupo en el camino.
El día 8 de junio de 2016 el grupo de caminantes de Masegoso llegamos bien prontito a Cívica. Allí a la orilla del río en un paraje idílico los viajeros y viajeras se preparan para iniciar la etapa n.º 3 del «Journey to the Alcarria 2016». Las Chicas de «Arte en Marcha», que ya hicieron este viaje hace dos años, personal de la Diputación de Guadalajara que lo ha organizado, algunos periodistas y fotógrafos, los diez estudiantes de distintos países y pertenecientes a la Universidad de Alcalá y nosotros que somos seis, formamos un variado y animoso grupo dispuesto a disfrutar de la jornada. Saludos, presentaciones, comentarios, sonrisas... y mucha ilusión.
Empezamos el camino y, como suele ocurrir en las marchas, espontáneamente se van formando grupillos con los compañeros que van al lado, grupillos que van cambiando muchas veces a lo largo del camino. El campo esplendoroso, de verdes intensos y variados tonos, y las abundantes flores a lo que hay que añadir los cultivos nos dan tema de conversación. Identificamos árboles, hierbas, cereales... y todos aprendemos algo.
Caminamos cerca del río, en paralelo con éste y con la carretera. El camino en algún tramo desaparece y un poco más adelante volvemos a recuperarlo. Al llegar al molino de Yela, nos detenemos para hacernos una foto de grupo. Allí una de las estudiantes, «la Camila del día», nos dirige en un ejercicio de relajación, dándonos unas instrucciones que todos muy dóciles y aplicados, seguimos al pie de la letra.
Continuamos y ya estamos cerca de Valderrebollo. El día ha avanzado y el calor aumenta. Además llevamos mucho retraso sobre el horario previsto. Al llegar a Valderrebollo nos recibe un pequeño grupo en el que va nuestro alcalde, Jesús, y varias personas más con algún vehículo. Aprovechamos para hacer un descanso y alguno también para rellenar su botella de agua en la fuente.
Ya queda poco para llegar a Masegoso, pero no todos se atreven a continuar a pie. Los que lo hacemos cruzamos el pueblo y por el camino que tan bien conocemos recorremos los aproximadamente tres kilómetros que separan ambos pueblos y enseguida llegamos al puente, a nuestro puente sobre el Tajuña.
Ya estamos en Masegoso, nuestro pueblo. Allí, en el puente, hacemos una parada para comentar el cartel informativo y un grupo de pescadores que están sentados a la sombra de un frondoso fresno nos ofrece una bota de vino que pasamos de mano en mano. Charlamos un rato con ellos y continuamos por el camino de la vega paralelo a la carretera.
El sol aprieta cada vez más y además venimos cansados y acalorados. Subimos la Calleja bajo un sol de justicia y la primera actividad que realizamos en Masegoso es visitar «El Chiringuito». Tras un rato de charla y descanso nos vamos a dirigir al Museo, pero antes Pilar Villalba explica al grupo la historia del nuevo Masegoso: la destrucción del antiguo debido a la Guerra Civil y la reconstrucción del nuevo por Regiones Devastadas.
Llegamos al Museo y ella misma explica a los visitantes su historia, la tradición agrícola y ganadera de nuestro pueblo, la vida rural en el pasado... la que conoció Cela, pues el Museo refleja a la perfección la vida de aquellos tiempos. La explicación y la estancia en el Museo ha de ser más breve de lo que nos hubiera gustado por el retraso que llevamos. En el restaurante Las Vegas ya hace rato, bastante rato, que nos están esperando con una deliciosa comida que disfrutamos en un agradable ambiente. Ana y Jesús nos han preparado un menú tradicional: migas con uvas, torreznillos (para nosotros torrendillos) chorizo y tortilla de patata. Nos encanta el menú.
Al finalizar la comida, Julia, una de las estudiantes, «la Camila del día», nos lee un pasaje del libro en el que Cela describe Masegoso como «un pueblo grande, polvoriento, de color plata con algunos reflejos de oro a la luz de la mañana...» pasaje que nos encanta y que ya hemos reproducido completo en anteriores ocasiones con motivo de anteriores viajes.
Después de comer, la estancia en Masegoso toca a su fin. Hemos de volver a ponernos en marcha para llegar a Cifuentes, no sin hacer antes una visita a Moranchel para ver los trampantojos de Asun Vicente. Allí nos esperan Teresa y Marco, nuestros amigos de Cifuentes que esperan a los viajeros y con ellos llegamos a Cifuentes.
Es el momento de hacer un recorrido celiano por Cifuentes. En esta ocasión es Marco quien nos guía. Con su libro del Viaje a la Alcarria en la mano nos lleva por los lugares de Cifuentes que Cela describe en su viaje y nos va contando anécdotas mientras nos da abundante información.
Después de una sesión de ejercicios de relajación y de un rato de descanso en Los Manantiales nos dirigimos a cenar todos juntos. Una barbacoa, con los productos tradicionales de la tierra: chorizo, panceta, morcilla… algunas verduras también a la brasa y unas apetitosas ensaladas ponen fin a esta jornada que procuramos alargar en una tranquila sobremesa con una conversación muy agradable y temperatura ideal en un sitio perfecto.
Pero la jornada toca a su fin. A los viajeros aún les queda mucho camino por recorrer, mucha gente por conocer, muchos paisajes por descubrir y muchas experiencias por vivir.
Nos despedimos, es hora de retirarse a descansar. Mañana el grupo de «Journey to the Alcarria 2016» debe continuar con la 4.ª etapa: Cifuentes-Trillo. Les deseamos ventura y felicidad.
(Adaptado de Villaverde López, Pilar: «Nuevo Viaje a La Alcarria», en Alto Llano, segunda etapa, n.º 15, primavera-verano de 2006, pp. 18-23, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997); de Una caminante de la tercera etapa: «Viaje a La Alcarria», en Alto Llano, segunda etapa, n.º 28, 2014, pp. 41-42; y de Villaverde López, Pilar: «Viaje a La Alcarria 2016», en Alto Llano, segunda etapa, n.º 30, 2016, pp. 50-54).
Hoy es
© Masegoso de Tajuña, 2018