Barra distintiva de Masegoso vivo con una vista de Masegoso de Tajuña

Palabrario

Portada del 'Palabrario' de Pilar Villalba Cortijo

Portada del Palabrario de Pilar Villalba Cortijo.

Palabras de Masegoso

En julio de 2018 se publicó Palabrario. Voces y expresiones habladas en Masegoso de Tajuña (Guadalajara), libro de Pilar Villalba Cortijo con la recopilación de unas mil quinientas palabras del habla popular, que abarcan desde las tareas propias del campo a la vida en el hogar y los hábitos sociales de Masegoso y algunas de las poblaciones próximas. El Palabrario se completa además con un estudio del contexto histórico, geográfico y económico en que se desarrolló el extenso vocabulario masegosano, coincidente en gran medida con el general del ámbito rural castellano, pero con no pocas expresiones muy particulares.

Este trabajo de Pilar Villalba forma parte de las iniciativas promovidas por la Asociación Cultural de Amigos de Masegoso para preservar el legado de una comarca que, por desgracia, empezó a despoblarse progresivamente desde la década de 1950 y cuyo peculiar acervo tradicional corre el peligro de extinguirse con la inevitable desaparición de los mayores que lo respiraron en un tiempo no demasiado lejano, cuando en la vida rural era aún de cotidiano uso toda su variada riqueza etnográfica y etnolingüística:

Conscientes de esta imparable deriva, y de la paulatina desaparición de los testigos de aquel tiempo, los miembros de la Asociación Cultural de Amigos de Masegoso se propusieron dejar testimonio visual y escrito de esta cultura. De las «faenas del campo y del hogar», queda constancia en el Museo del Pastor y del Labrador; de las «tradiciones y costumbres», en las páginas de la revista cultural Alto Llano y de los «vocablos propios de nuestra tierra», en este Palabrario, con el objetivo de que una parte tan importante de nuestra identidad cultural no quede en el olvido y pueda ser conocida por nuestros descendientes.

(Villalba Cortijo, María Pilar: Palabrario. Voces y expresiones habladas en Masegoso de Tajuña (Guadalajara), edición propia, con patrocinio de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Diputación Provincial de Guadalajara y el Ayuntamiento de Masegoso de Tajuña, 2018, pp. 12-13).

Parte de la recopilación de Pilar Villalba (sumergiéndose en la propia memoria y en la de familiares y vecinos de Masegoso y de los pueblos aledaños) se reflejó en el «Diccionario alcarreño» que se fue publicando en pequeñas entregas en muchos números de la revista Alto Llano. De él se recoge a continuación un extracto, como muestra de la ingente labor que realizó Pilar durante largo tiempo.

Diccionario alcarreño

Hace ya algunos años, cuando ni la televisión ni la influencia de la gran ciudad se metían como hoy en nuestras casas, en el pueblo utilizábamos algunas palabras, en muchos casos relacionadas con las tareas agrícolas, que eran prácticamente desconocidas por los habitantes de la ciudad. Algunas incluso no se encuentran en el Diccionario de la Real Academia.

Con la caída en desuso de algunas costumbres o por influencia de los modernos medios de difusión, muchas de ellas hoy apenas se escuchan. Para que no sea así y, que por el contrario, las conservemos en nuestro vocabulario, ahí van algunas de ellas.

(Adaptado de Villalba Cortijo, Pilar: «Diccionario alcarreño», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, primera etapa, n.º 1, abril de 1991, p. 15, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).



A — D Subir

  • Abocicar: Caer de bruces o de morros. Su origen podría estar en la palabra «hocico». En lenguaje coloquial, darse con el hocico.
  • Amuercar: Acción de embestir de un animal dotado de cuernos. En Masegoso se utiliza principalmente en referencia a los machos cabríos y a los murecos (moruecos).
  • Aparar: Contrariamente a lo que ocurre con otras expresiones de la tierra, esta palabra sí viene recogida en el Diccionario de la Real Academia: «Aparar: Sujetar firmemente la embocadura de un saco u otro recipiente similar para facilitar la introducción de algún producto en su interior». No obstante, esta palabra parece haber caído en desuso en las generaciones modernas, por lo que nos disponemos a recordarla en el sentido que la utilizábamos durante nuestra infancia: «¡Apara bien ese saco, que se está cayendo todo!». La expresión se podía escuchar un montón de veces, en las eras, recogiendo el grano, o en la Vega, en el tiempo de recoger las patatas o las judías. Aparar el saco o costal para que los mayores volcaran la media de cebada o la espuerta de patatas era tarea de los más pequeños, que así empezábamos a colaborar en las tareas del campo. Con frecuencia se nos escapaba la boca del saco y las patatas acababan en el suelo, y en ese caso era casi seguro que nos ganábamos un capón o un manotazo de los mayores.
  • Brocino: Bulto que sale en la frente como consecuencia de algún golpe. Para bajar la hinchazón se apretaba fuertemente una peseta.
  • Cantero: Persona que extrae piedra de una cantera. Para nosotros, los del pueblo, trozo grande de un pan redondo. «¡Vaya cantero de pan que te vas a meter!» era una expresión coloquial muy frecuente.
  • Cascabullo: Llamábamos así a las pezuñas de los cerdos que, después de las matanzas, rodaban durante mucho tiempo por calles y muladares. Quizás por su ligereza y escaso peso, «cascabullo» era una acepción cariñosa que a veces se utilizaba con los niños pequeños.
  • Chasca: Todavía hoy llamamos así en el pueblo a una buena lumbre. Una gran chasca es lo que más agradecían los hombres cuando llegaban mojados del campo.
  • Chichote, no quitar: Indicaba un parecido con alguien en algún aspecto negativo. «¡No le quitas chichote a tu abuelo!». En nuestra niñez sabíamos que esto no era ningún piropo. Seguramente que nos estaban diciendo que éramos tan cabezones o tan descuidados como él.
  • Chori: Simplemente, barra de labios. Su origen podría estar en la similitud con las tajadas de chorizo, que, por cierto, nos eran mucho más familiares.
  • Chullas o chuyas: Chisporrotazos que desprenden las támaras al arder, y que agujereaban las medias de las mujeres cuando estas atizaban la lumbre o añadían agua al puchero.
  • Chusmeta: Adjetivo con que se califica a las personas a las que les gusta chusmetear.
  • Chusmetear: Mostrar curiosidad malsana a través de preguntas o comentarios, sobre asuntos de otras personas, los cuales no nos incumben. Vulgarmente, «meter las narices donde no nos importa». La palabra «chusma» (gentío, en sentido peyorativo) es el origen de esta acepción.
  • Cima: Dice el Diccionario de la Lengua que se trata de un lugar o punto elevado. Para nosotros, además, era el tronco pelado de las berzas y los repollos. Un manjar exquisito por el que de chicos esperábamos pacientemente cuando los padres picaban las berzas para los animales.
  • Cordel, dar: Significaba hacer (de) rabiar a otra persona. «¡No seas cordelero!», decían las madres a los hermanos mayores, en relación con los pequeños.
  • Correndía, coger: Sinónimo de coger carrerilla o velocidad en una carrera. También se utilizaba en lugar de carrera «¡Échate una correndía para entrar en calor!», «¡Vete de una correndía a por agua a la fuente!».
  • Cucas o cucos: Así llamábamos los niños de antes a las «chuches». Claro que las golosinas o chuches de antes se reducían a unas pocas variedades: bolillas de colores que vendía el tío Rufo y luego la Andrea, a perra gorda, los larguillos y garrotas que traía para las fiestas el Escopeto y poco más. Además solamente había cucos en fechas muy señaladas: cuando nos las traía algún familiar de la capital, para las fiestas de San Martín y San Bemabé, y, ocasionalmente, alguna rara vez que, con la perra suelta que sobraba de la compra nos la traían de la tienda.
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E — H Subir

  • Esbarar: Deformación del verbo resbalar. Acción de deslizarse por el suelo de una forma brusca e involuntaria.
  • Esbarón: Deformación de resbalón.
  • Eszalear: Destrozar la ropa debido al mal uso que se hace de ella. Término relacionado con «zaleo».
  • Garpa: Partes más pequeñas en que se divide un racimo de uvas.
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I — L Subir

  • Jorguín: Era el nombre con el que se conoce el hollín o tizne negro que queda pegado a la chimenea debido a la combustión de la lumbre. Las mujeres que eran las que peleaban con el fogón y el cubilete de los cochinos, debían de llevar cuidado para no acabar llenas de «jorginazos».
  • Llenarse: No sólo significa colmarse de algo. Especialmente para los chicos y chicas de nuestra generación significaba mancharse. «¡Ponte ese delantal, que si no te vas a llenar!».
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M — O Subir

  • Mondarajas: Con este nombre nos referíamos a las peladuras de las patatas. Estas no se desperdiciaban como hoy en día. En casi todas las casas había siempre un calderilla en la lumbre en la que éstas se cocían lentamente para luego echárselas por la noche a los cochinos.
  • Orete: Palabra relacionada con la matanza. El cochino se dejaba al «orete» hasta la mañana siguiente, en que se descuartaba. No es necesario decir que significa «dejar algo al fresco para que se oree o ventile».
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P — S Subir

  • Pajarela: Adjetivo cariñoso que se les atribuía a las chicas cuando manifestaban algo de picardía ante alguna situación. Era un concepto positivo que indicaba cierta viveza e inteligencia.
  • Pastura: En nuestros tiempos no había fogón en el pueblo que no tuviera su cubilete, colgado de un gancho o apoyado sobre las trébedes. Allí se iban echando las mondarajas, troncos de berzas, patatas pequeñas y otros restos de hortalizas. Y así, cuece que te cuece, al final del día, aquello se convertía en una pasta o «pastura» que luego se echaba al cochino. ¡Se creerán los ecologistas que lo del reciclado se lo acaban de inventar ellos!
  • Pelarzas: En el pueblo todavía llamamos así a los pequeños copos de agua-nieve que se escapan antes de comenzar a nevar.
  • Pincha: Espina de cardo u otros matojos, clavada en la piel. Las de cambrón eran las más dolorosas. De vuelta del tajo, los hombres y mujeres solían traer las manos llenas de pinchas. Se intentaban sacar con un alfiler, pero muchas veces estaban metidas, allá en los demonios, y se acababa haciendo una «carnicería». En estos casos se ponía un poco de aceite de oliva para que se ablandara y saliese con facilidad.
  • Pujas, comer a: Significa comer sin hambre. Como quien dice, por no dejarlo en el plato.
  • Raza: Si acudimos al Diccionario de la Real Academia encontraremos varias acepciones de esta palabra, pero no la que le damnos en nuestro pueblo. En Masegoso, una «raza» es el filamento en que terminan los granos de los cereales. Estos filamentos se adherían a las ropas de los segadores, causándoles grandes picores y molestias.
  • Respulera: Era el término con el que frecuentemente nos recriminaban nuestras madres y abuelas cuando salíamos un poco contestonas o descaradas. Los padres y abuelos apenas utilizaban este término. Sencillamente, no les dábamos ocasión. ¡Cualquiera se atrevía a levantarles la voz! Curiosamente, no se conoce la expresión masculina (respulero). Seguramente debido a que la actitud sumisa y obediente era considerado un valor exclusivamente femenino.
  • Revesina: Rabieta que cogíamos de chicos, pero con mucha cabezonería y pataleo. «¡Córtale la revesina!». Cuando alguien decía eso, en realidad estaba pidiendo que te dieran unos buenos cachetes para que parara el pataleo y no te salieras con la tuya.
  • Rijo, tener buen: Tener aspecto o apariencia saludable, generalmente después de un período de enfermedad. «Tener mal rijo» significa mostrar un aspecto poco saludable y un decaimiento físico que preludia alguna enfermedad o indisposición física.
  • Rizo / dar rizo a los corderos: Consistía en sacar a pastar a los corderos pequeños a los trigos recién nacidos. Hacia mediados del mes de marzo, los tallos del trigo negrillo, sembrado en el otoño, ya habían brotado. Los chicos y chicas, a la salida de la escuela, o bien los abuelos, llevaban a los corderos pequeños a comer los brotes de trigo, guiados éstos por una oveja y por un cencerro que se hacía sonar insistentemente. Dándoles rizo, los corderos engordaban de una forma saludable y barata, y el trigo, por su parte, volvía a brotar incluso con más fuerza, ya que se beneficiaba del abono que le proporcionaban los corderos. Esta expresión podría deber su origen a la vistosa lana rizada que los corderos gordos y lustrosos muestran antes de convertirse en animales adultos.
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T — Z Subir

  • Zaleo: Adjetivo con el que se califica a la persona descuidada que destroza la ropa. Hoy prácticamente en desuso, se utilizaba casi exclusivamente para el mundo de la infancia. Era muy frecuente la expresión «¡Anda, zaleo!», con sentido recriminatorio. Término relacionado con «eszalear».
  • Zaquilá: Sinónimo de abundancia. Se utilizaba casi siempre en sentido negativo para poner en evidencia que había poco de algo. «¡Vaya zaquilá de tomates que has cogido!». En realidad te estaban diciendo que no tenías tomates ni para una ensalada.
  • Zurraspas: Restos que quedaban pegados a bragas y calzoncillos (imagínense de qué materia). El hecho de que se usasen tejas y lampazos para limpiarse «salva sea la parte» las hacía inevitables. Las pobres mujeres, después de luchar con ellas los lunes en el caz o en el lavadero, todavía tenían que poner las prendas al sol durante días, y aún así siempre quedaba un sospechoso color amarillo.

Hoy es

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