A comienzos de la década de 1950 el Tejar era un lugar muy agradable que nos gustaba visitar. Había una pequeña fuente que vertía sus aguas a un barranco en el que se podían pescar sabrosos cangrejos con una cesta hasta «El Cazarizo». Para el verano, las chicas iban a bañarse al barranco que bajaba lleno de agua desde «Navafría», y en otoño sus praderas eran un lugar obligado para la búsqueda de setas. Muchos domingos de invierno también se cobijaban entre sus ruinas, mientras se entretenían leyendo las atrevidas frases que enjorguinaban sus paredes e incluso imaginaban historias de gitanos que por allí solían pasar con sus hatos de mulas.
Pero la historia del Tejar se remonta a los hornos de teja allí existentes, que junto con las adoberas, el molino, el horno de pan, la fragua y la herrería formaban parte de la antigua industria artesana de nuestro pueblo.
Antes de la Guerra Civil ya existía un primitivo horno de teja. Las ruinas que hoy permanecen en pie proceden del que fue construído posteriormente por Regiones Devasstadas, que constaba de dos hornos, viviendas, porches para la teja y pozos para amasar el barro, todavía visibles.
La tierra para amasar, blanca y gredosa, procedía de las inmediaciones. Todavía hoy se pueden ver los grandes pozos de paredes blancas. El agua venía del Pozo el Romero, y se mezclaba en los pozos con la tierra y algo de tamo o paja muy fina para dar consistencia a la masa. Aunque lo mejor para amalgamar eran los moñigos de la dula. El tejero más conocido venía de Torija, aunque otros provenían de Valencia.
El barro, bien amasado, pasaba a los moldes, que eran colocados en la era hasta secarse. Posteriormente se apilaban en los porches, y cuando se disponía de una cantidad suficiente de teja, ésta se introducía en los hornos para su cocción, calentados a base de paja o de leña. La combustión duraba tres o cuatro días, finalizados los cuales la teja ya estaba cocida y lista para vender.
Regiones Devastadas se abasteció en parte de esta teja, de muy buena calidad, para la construcción del pueblo.
Transcurridos los años, esta actividad cesó, al igual que las otras artesanales que hemos mencionado. En sus chamizos estuvieron viviendo vecinos del pueblo y hasta fechas recientes se utilizaron como corrales para encerrar el ganado. También los gitanos y quincalleros acamparon frecuentemente entre sus paredes. El resultado de tan variopintas actividades son las escasas ruinas que todavía hoy se mantienen en pie.
(Adaptado de Villalba Cortijo, Pilar: «Los términos de nuestro término. El Tejar», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, primera etapa, n.º 7: mayo de 1994, pp. 8-10, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997).
Tras ganar el Concurso Medio Ambiental Ibercaja 2002, el 6 de octubre de 2002 firmó la Asociación Cultural de Amigos de Masegoso un convenio con Ibercaja para la financiación de un proyecto medio ambiental que se puso en marcha en Masegoso. Más de la mitad del presupuesto lo aportó Ibercaja y el resto la Consejería de Agricultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Las actuaciones se situaron en un tramo de la Cañada Real de Merinas Soriano-Oriental, en concreto, en el tramo situado entre el pueblo y el Tejar. Estas consistieron en la restauración de dos construcciones rurales (un corral de ovejas y el Tejar), y la interpretación, mediante siete carteles explicativos, de los cultivos, fauna y flora, de nuestro pueblo, tanto de secano, como de la zona del río.
El corral de ovejas llamado «Corral del Puente» o «Corral del tío Pantaleón», estaba ya completamente restaurado para el otoño de 2003 y lucía casi como cuando su dueño lo construyó, recién acabada la Guerra Civil.
Esta restauración fue posible gracias a la donación que hizo del mismo, a la Asociación Cultural, su dueña, Anastasia Villalba Villaverde. De esta forma, cuantos visitantes lo deseen, podrán saber algo más de la forma en que construían nuestros antepasados y para qué servía cada parte del corral, ya que se instaló a su entrada un cartel que explica los materiales utilizados y para qué servía cada parte del corral.
Seguidamente se puso techo a uno de los almacenes del Tejar, hundido desde unos años antes, que, además de completar el conjunto de los hornos y las pozas de amasar, sirve de cobijo, en días de lluvia, para paseantes y buscadores de setas. Agradecimos a nuestro amigo Marcelo Flores el que ofreciera para este proyecto teja de su propiedad, a los hombres del pueblo que se acercaron a la obra, sus instrucciones y sabios consejos de albañilería, y a Juan Julián Martínez (Juanjo el de Moranchel, para los amigos) el derroche de arte y buena voluntad que puso para que el resultado fuera una copia fiel de lo que hicieron nuestros antepasados.
Se restauraron asimismo los Hornos del Tejar y la antigua casa situada junto al camino (la Cañada de Merinas). Se instaló igualmente un cartel explicativo que informa sobre la utilidad del Tejar, sus instalaciones, proceso de fabricación de las tejas... Así como, una completa información sobre las Cañadas, a cuya vera se encuentra ubicado el Tejar.
Otro panel, en el cerrillo junto a la casa, explica la formación, origen y características del terreno. Para completar todo esto y con la intención de hacer del Tejar un rincón especial se limpió el manantial existente y se instalaron una barbacoa y tres sólidas mesas de piedra.
Varios paneles informativos más fueron situados en el tramo de la Cañada Real Soriano-Oriental a su paso por nuestro pueblo. Uno de ellos se instaló bajo el puente, explicando la voladura del mismo que tuvo lugar durante la guerra. Y otros dos, uno junto al Caz y otro en las Eras, explicando así mismo, el origen, utilidad, y otros datos sobre las cañadas.
Los tres últimos fueron destruidos por actos de vandalismo. No obstante, todo visitante que lo desee, aún dispone de una información completa sobre las actividades desarrolladas en relación con la ganadería y las cañadas, sobre la fabricación de la teja y sobre las características geológicas de la zona.
La información de los paneles unida a los elementos restaurados en su propia ubicación constituyen lo que, sin duda, podríamos considerar un museo al aire libre.
La restauración del Tejar, así como la del Corral del Puente y la conformación del Museo del Pastor y del Labrador, se inauguró el 29 de mayo de 2004, justo después de acabada la IX Marcha por la Cañada Real de Merinas Soriano-Oriental: tramo Budia-Picazo.
Hasta el Tejar se llega desde el pueblo por la Cañada. Los paneles informativos, recién instalados, aportaron a los visitantes en la inauguración, al igual que nos aportan a nosotros, datos muy interesantes y completos sobre nuestro pasado y su evolución hasta nuestros días. En cada uno de ellos se fue haciendo una parada comentada sobre su contenido. Especialmente emotivo resulta el cartel del puente explicando su voladura, de la que nuestros mayores guardan el recuerdo en su memoria al haber vivido esa parte de nuestra historia.
El corral del Puente, que quedó como nuevo, recibió numerosos miradas y comentarios. Incluso fue objeto de fotos y filmaciones. Vamos, que en toda su existencia, no creo que nunca fuera contemplado por tantos ojos interesados en él, como lo fue la tarde del sábado 29 de mayo de 2004 (exceptuando, claro está, los ojos de los cientos de ovejas que habrá alojado a lo largo de los años).
En el Tejar, aunque aún no están todas las mesas terminadas y la fuente que a todos nos gustaría recuperar sigue exactamente igual que lo ha estado durante años, el lugar nos pareció a todos muy propio para ir de merienda alguna tarde. Tiene sombra, pradera, barbacoa, mesas… Sólo hay que llevar la merienda y las ganas de pasarlo bien.
(Adaptado de Villalba Cortijo, Pilar: «La Asociación Cultural gana el Concurso de Proyectos Medioambientales Ibercaja 2002», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 10, otoño-invierno de 2003, pp. 6-7, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997); de Villaverde López, Pilar: «IX Marcha por la Cañada Real de Merinas Soriano-Oriental: tramo Budia-Picazo (29 de mayo de 2004)», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 11, primavera-verano de 2004, pp. 7-8); y de Villaverde López, Pilar: «Proyecto Medio Ambiental Ibercaja», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º especial, 2007, pp. 32-33).
En principio, para limpiar la fuente del Tejar se convocó una hacendera un sábado del mes de mayo que más tarde fue desconvocada. Pero, hubo algunos que no se dieron por enterados y decidieron seguir adelante. Así que las dos Mari Pilis, y sus respectivos, se armaron de hoces, ganchas, palas, espuertas… y sobre todo, ganas, y se dedicaron la mañana de ese sábado a limpiar y dejar al descubierto no sólo la fuente del Tejar de siempre, que estaba oculta por la maleza, sino una segunda fuente que para su sorpresa descubrieron allí al lado.
Tras pasar gran parte de la mañana retirando hierbas y palos, y sacando porquería literalmente a espuertas, la fuente fue tomando forma. Le hicieron un piloncillo con piedras y le pusieron una teja por caño. Satisfechos de su trabajo y viendo el alegre correr del agua y el arroyito que iba formando observaron que a éste se le unía otro chorrillo de agua que asomaba a duras penas entre las brozas. Lo siguieron y así descubrieron la segunda fuente.
Ahora, hay dos fuentes visibles y limpias, una junto a cada árbol, que podéis ver y disfrutar cuando vayáis por allí.
El agua fluía libremente después de la limpieza realizada en la fuente del Tejar hacia el arroyo que va formando, y se le unía por la parte derecha (mirando desde el camino o la pradera) el otro chorro que parecía incluso mayor. Por lo tanto, la curiosidad de ver su origen hizo que descubrieran en la hondonada, al pie del otro árbol y bajo un espino florido, otro manantial totalmente oculto por la maleza y los enseres viejos allí tirados. Una vez limpio todo, salía un chorrillo que daba gloria verlo al que también le pusieron una teja por caño, muy propio ya que ambas fuentes están en El Tejar, y que iba a unirse ya libre de estorbos al de la otra fuente.
(Adaptado de Redacción revista: «Limpieza de las fuentes del Tejar», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 29, primavera-verano de 2015, pp. 48-50).
El carácter sencillo de los vecinos del antiguo Masegoso era consecuencia de la estructura de la propiedad de la tierra caracterizada porque todos disponían de un modesto patrimonio territorial donde desarrollaban una agricultura que les permitía vivir, aunque sobriamente, de su trabajo. Este mismo espíritu lo reflejaban en sus viviendas pues, para abaratar costes en su construcción, la mayor parte de los materiales que utilizaban provenían del ámbito local o pueblos cercanos, tal es el caso de la «piedra» para los cimientos que, al escasear en Masegoso, la traían de canteras de Alaminos o reutilizaban las procedentes del derribo de otras edificaciones.
El «adobe» lo empleaban como sustitutivo del ladrillo para la construcción de muros y tabiques por lo que necesitaban cientos de unidades para hacer una vivienda. Los fabricaban los propios vecinos en los parajes de «Las Adoberas» junto al camino del pueblo hacia el «Pozo de la Pimienta» o cerca del puente, al lado del camino del Prado. Para su elaboración mezclaban con agua y paja la tierra arcillo-limosa allí existente. Una vez moldeada la masa y secada al sol, los adobes estaban en condiciones de ser utilizados.
La «madera» era otro material imprescindible pues la utilizaban en distintas partes de las construcciones como la estructura (vigas, jabalcones, pilares), forjado (cuartones y teguillos), muros (durmientes para recibir cargas, dinteles de puertas y ventanas), cubierta (cumbrera, cerchas, correas), etc. Esta madera provenía de los chopos de los plantíos que crecían en las márgenes del Tajuña que, una vez cortados, descortezaban y dejaban secar antes de ponerlos en obra.
La «masa» era tierra natural, más bien arcillosa, mezclada con agua y la empleaban como mortero para unir adobes, piedras o revocar los paramentos exteriores si bien, en este caso solían añadir pequeñas cantidades de paja para aumentar su adherencia e incluso la mezclaban con yeso para darle mayor duración ya que de esta forma les afectaba menos el agua de lluvia.
Las «tejas» eran de las llamadas de tipo árabe con forma de canal troncocónico. En Masegoso las elaboraban obreros especializados en el paraje de «El Tejar», lugar en el que apenas se aprecian vestigios de los «sacatierras» donde excavaban el material para fabricarlas.
El agua que utilizaban en los años de sequía la extraían de una poza y si había sido lluvioso, la que discurría por el Barranco de la Retuerta que desviaban hasta dos baterías de balsas formada cada una por dos pilas: en la primera, más pequeña, se depuraba el agua por decantación y en la segunda la mezclaban con tierra para, ayudados con una «gancha», dar a la masa la homogeneidad, textura y plasticidad adecuadas para, a continuación, mediante un molde dar a pequeñas porciones de esa masa la forma de teja.
Las «eras» donde se oreaban al sol las tejas recién moldeadas se encuentran actualmente cubiertas de hierba por lo que únicamente se puede apreciar su llanura. Lo que mejor se conserva son los cobertizos donde se almacenaban las tejas antes de someterlas al proceso del «cocido» y los dos «hornos», ambos de forma circular y abiertos por su parte superior, cuyo suelo se encuentra perforado para que el calor generado en una cámara inferior donde se quemaba leña y paja, «cociera» la tejas para darles, dentro de su fragilidad, la dureza necesaria para el uso a que se destinaban. Afortunadamente las balsas, cobertizos y hornos pueden contemplarse gracias a la restauración que hace unos años hizo la Asociación de Amigos de Masegoso por lo que me permito sugerir a los que todavía no lo hayan hecho, que los visiten y examinen detenidamente el esquema de El Tejar y las descripciones que se hacen en el panel informativo allí existente.
En la construcción del tejado, para apoyar las tejas, empleaban tablas, pequeños troncos de madera y, a veces, varas de «sarga» o «mimbre» que obtenían cortando las que entonces proliferaban en las márgenes de las regueras y del río.
Aunque en menor cuantía, también utilizaban otros materiales como yeso, cal, clavos, etc. que adquirían en Cifuentes.
(Adaptado de: Moreno, José Guillermo: «II. Materiales de construcción (Segunda parte de «Las casas del antiguo Masegoso», publicado en la Revista "Alto Llano" en 2014)», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 29, primavera-verano de 2015, pp. 51-52).
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