No es tarea sencilla escribir sobre la historia de Masegoso de Tajuña, no solamente por la destrucción de los archivos municipales y parroquiales en la Guerra Civil de 1936 a 1939, sino también muy probablemente porque ya a comienzos del siglo xviii estos archivos pudieron sufrir daños durante la Guerra de Sucesión de 1701 a 1713, que afectó con intensidad a Masegoso y sus alrededores y al parecer en especial a las iglesias y sus archivos de bautismos y matrimonios1. Así pues, no es fácil recomponer la historia del pueblo y sus habitantes y podría pensarse que, aparte de la profusa documentación que se refiere a dos de sus mayores y traumáticos hitos (su misma ruina en la Guerra Civil y su posterior reconstrucción por la Dirección General de Regiones Devastadas), no existen referencias suficientes que permitan llevar a buen término esa tarea.
Sin embargo, no todo se perdió. Con muchas limitaciones y carencias, las fuentes que se conservan dispersas en otros lugares nos ayudan: los legajos de pleitos del Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (ARCHVa), los números de hace más de cien años del Boletín Oficial de la Provincia de Guadalajara (B.O.P.G.) y otras publicaciones. Por otra parte, con los datos que aportan los documentos es posible conocer fragmentos notables de la historia de la villa: entre otros, detalles referidos al señorío de Masegoso, a D.ª Petronila Rodríguez Rivadeneira y su obra pía, a los roces que surgieron entre la Mesta y el pueblo, a cómo quedó éste reflejado en el Catastro de Ensenada y en los recuerdos de algunos viajeros de la época de la Ilustración. Los documentos nos muestran asimismo quiénes eran los propietarios de muchas de sus fincas y quiénes los regidores, alcaldes, secretarios, maestros y párrocos, qué ocurrió en algunas viejas elecciones parlamentarias y municipales y por qué Masegoso cambió su nombre original.
No se han encontrado referencias directas a Masegoso para los periodos de la Prehistoria, la Protohistoria prerromana o la Historia previa a la Edad Media, por lo que únicamente se pueden aventurar conjeturas generales basadas en lo registrado para áreas circundantes. Lo más probable sea que Masegoso estuviese despoblado o en todo caso que fuera un núcleo de población muy pequeño, quizá un caserío, un conjunto de corrales, una granja o un refugio asociado a un núcleo mayor cercano (que pudo ser un importante asentamiento celtibérico muy próximo, del que hablaremos enseguida), cuya continuidad a lo largo de los siglos hasta el Masegoso medieval no se puede constatar. A pesar de que no hay evidencias de ello, el que Masegoso se asiente sobre la fértil vega del Tajuña y sea un lugar idóneo para cruzar el río permite no descartar la posibilidad de que se hubiera dado algún tipo de ocupación humana desde tiempos antiguos.
El territorio de lo que es hoy Masegoso se extiende en lo que fue una zona fronteriza entre los arévacos y los lusones, pueblos celtíberos. Hay que mencionar que no lejos de Masegoso se hallaban numerosos centros celtibéricos como Brioca o Centóbriga (actual Brihuega), Segontia (Sigüenza), Alcuneza, Lutia (Luzaga) y otros muchos, sin olvidar que en Ruguilla se encontró también una necrópolis atribuida en parte a esa cultura. Pero acabamos de aludir a un asentamiento celtibérico de cierta relevancia que existió a una distancia aún menor: su huella ha quedado a 3 km al oeste de Masegoso en línea recta, al norte de Valderrebollo, en el cerro del Llano de San Pedro que actualmente se llama de San Pedro y también Alto de las Viñas. Se trata de un oppidum o castro (es decir, una población fortificada) de fines del siglo ii a.C. y comienzos del i a.C. que ocupaba más de 9 ha de superficie y salió de nuevo a la luz en mayo de 1866, cuando las obras para la ampliación de la carretera de Brihuega a Masegoso hicieron más accesible el lugar y los vecinos de Valderrebollo comenzaron a roturar el terreno para plantar viñas. A un metro de profundidad uno de ellos dio con unas joyas de plata en una vasija de barro. Se corrió la voz y se encontraron más piezas.
Fernando Sepúlveda y Lucio, farmacéutico de Brihuega y aficionado a la Botánica, la Arqueología y la Historia, tuvo noticia de esos descubrimientos y con aviso a la Real Academia de la Historia se propuso a su vez excavar en el pago en 1877. Aparecieron así muros y cimientos de piedra de muchos edificios, monedas con inscripciones celtibéricas y también romanas, fragmentos de cerámica y de esculturas, piezas de piedra trabajada, objetos diversos de cobre y hierro, de plata y oro, restos de una necrópolis de incineración... Varias de esas piezas probablemente terminaron en la colección del Museo Cerralbo, en Madrid, dado que Fernando Sepúlveda tenía amistad con Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo, y fotografió algunas de ellas el que fuera responsable de dicho museo, Juan Cabré Aguiló. Sin embargo, después el yacimiento no recibió apenas atención, salvo unas menciones bibliográficas en 1887 y 1929. En 2010, Emilio Gamo Pazos, del Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid, realizó unas prospecciones arqueológicas y asignó el castro a la frontera entre los carpetanos y los celtíberos2.
En época romana, lo que hoy es Masegoso pudo muy bien ser una pequeña mansio o posada en las vías de comunicación secundarias. El historiador Juan Manuel Abascal Palazón refiere en un texto de 1981 una calzada que de norte a sur iba de Segontia a Segóbriga (en Saelices, Cuenca), y cuyo recorrido atravesaba La Cabrera, Torremocha, Fuensaviñán, El Sotillo, Torrecuadrada de los Valles, cruzando el río Tajuña por el Puente de Arranz (¿junto a la ermita de Nuestra Señora de Aranz?) y el Alto de la Tajera, para ir hasta Cifuentes, Gárgoles de Arriba, Trillo, Viana de Mondéjar3... Pasaba, pues, cerca de Masegoso, aunque no lo suficiente como para que hubiese dado origen a la existencia de una posada de servicio para la calzada.
Sin embargo, un ramal secundario de esa vía, según escribió en 1893 en el Boletín de la Real Academia de la Historia el arqueólogo, historiador y filólogo jesuita Fidel Fita Colomé, parece que sí pasaba por Masegoso y, por tanto, sí abriría la posibilidad de la presencia de una mansio u otro tipo de establecimiento en sus terrenos: La vía romana, que subía desde Sacedón y cruzaba el Tajo cerca de las Tetas de Viana y de los baños de Trillo, en cuyo cerro de Villavieja se mostró una inscripción votiva al Sol Augusto, debía bifurcarse en dos ramales cerca de Gárgoles de Arriba: uno dirigiéndose a Cifuentes y otro a Molina de Aragón por Huerta-Hernando. El ramal de Cifuentes ascendía probablemente a Sigüenza o al encuentro de la gran vía militar de Compluto [Alcalá de Henares] a Caesaraugusta, pasando por dos parajes, también esmaltados de romanos epígrafes: Almadrones y Fuensaviñán cerca de Torremocha del Campo4
. Y decimos que parece que este ramal sí pasaba por alguna parte de Masegoso porque en el mismo volumen del Boletín el cartógrafo Francisco Coello de Portugal y Quesada daba más detalles sobre él:
El trozo de vía romana, cuyos vestigios y miliarios se han hallado cerca de Cifuentes y Gárgoles de Arriba y de Abajo, forma parte de una bien conocida, aunque no es de las comprendidas en el Itinerario de Antonino, y existen señales de casi toda ella: pero como hay varios caminos antiguos inmediatos, y algunos han confundido trozos de unos y otros, conviene dar a conocer el trazado del que se trata.
Sábese, desde luego, que en Cifuentes existieron castillos y murallas antiguas, además de hospital de transeúntes, señal de paso frecuentado, como el que tenía lugar por estas vías. En Gárgoles de Yuso, o de Arriba, se estableció también, desde tiempos remotos, un peaje o portazgo.
Por la parte del norte, la vía continuaba, a cruzar el Tajuña, por Masegoso, y luego por Las Inviernas, Algora, Pelegrina, donde hubo igualmente hospital de transeúntes, pasando no lejos de Fuensaviñán y Torremocha del Campo, que conservan restos romanos, para llegar a Sigüenza, la Segontia bien conocida, enlazando allí y prolongándose por otras calzadas indudables.
En la parte del sur, la vía continuaba hacia Trillo, a cuyo lado están las notables ruinas de Villavieja, y, cruzando el Tajo, se dirigía a Viana de Mondéjar, cuyo solo nombre es indicio de su paso, marchando al pie de los altos llamados Tetas de Viana, donde hay restos de castillo y otras ruinas.
(Coello de Portugal y Quesada, Francisco: «Vías romanas de Sigüenza a Chinchilla», en Boletín de la Real Academia de la Historia, volumen 23, 1893, pp. 437-441).
Estos datos hay que atenderlos con precaución, ya que Juan Manuel Abascal no da mucho crédito a Francisco Coello por no haber aportado pruebas concretas que sustentaran el trazado que con tanto detalle propuso para esa vía. Sin embargo, ya para esos tiempos de la dominación romana sí se alude a lo que puede considerarse otro camino, en este caso una galiana ganadera (¿un antecedente de lo que con el correr de los siglos sería la Cañada Real de Merinas Soriano-Oriental?) por parte de Fernando Sepúlveda, el farmacéutico que excavó el oppidum de Valderrebollo en 18775. Esta galiana iba de Toledo a Sigüenza, remontando grosso modo el valle del río Tajuña (el Tagonius de los romanos) de suroeste a noreste por los términos de Fuentelencina, Olla de Bolarque, Romanones, Retuerta (hoy un despoblado, junto a Balconete), Yélamos de Abajo y de Arriba, San Andrés, Romancos, Brihuega, Pajares, la Olmeda, Valderrebollo y sí pasaba por Masegoso, para unirse en Sigüenza con la Via Lata XXV Antonina o Itinerario Antonino A-25, la calzada que desde el mandato del emperador Augusto comunicaba Augusta Emerita (Mérida) con Caesaraugusta (Zaragoza). Puede que esa galiana fuese ya un ancestral camino de trashumancia ganadera y el enclave de Masegoso un idóneo lugar también ancestral para cruzar el Tajuña, como lo siguió siendo después (la medieval Cañada Real no haría sino recoger esa tradición).
Sin haber hallado aún ninguna confirmación arqueológica (salvo una moneda romana que en la época de su reconstrucción tras la Guerra Civil encontró fortuitamente en el término del pueblo la familia de Antonio Faura, el aparejador de la reconstrucción), posada, caserío, refugio, vado, descansadero de ganado en tránsito, todo eso pudo ser Masegoso... O bien pudo ser, si realmente existió entonces, una villa de explotación agrícola semejante a la bajoimperial que se halló y excavó arqueológicamente en el cercano Gárgoles de Arriba (del siglo i, reconstruida en el iv, y probablemente a la vera de la antes aludida vía de Segontia a Segóbriga: en ella se encontró un miliario, el equivalente a un hito kilométrico de carretera para ser más claros, y fragmentos de sus mosaicos ornamentales se reparten entre el Centro Cultural de Cifuentes y el Museo Provincial de Guadalajara). Hemos visto que la presencia romana en la comarca no fue rara: quedaron vestigios suyos en Cifuentes, Almadrones, Mandayona, Pelegrina, La Cabrera, Bujarrabal y la misma Sigüenza, por ejemplo, y también se encontraron restos romanos altoimperiales junto al ya comentado oppidum de Valderrebollo, en «La Veguilla», al este del yacimiento. De haberse establecido en el término de Masegoso una villa agrícola romana, quizá también prolongara su existencia como tal a los albores de la Edad Media, primero en el periodo visigótico y después como alquería durante la dominación musulmana. Esa circunstancia asimismo explicaría tal vez, en fin, su elección como lugar de asentamiento y repoblación ya en la Reconquista.
El rey Alfonso VI de Castilla conquistó el reino andalusí de Toledo el año 1085 y, en el área de su territorio que hoy forma la provincia de Guadalajara, la villa de Atienza en 1096. Surgió a partir de aquella fecha la Comunidad de Villa y Tierra de Atienza, de la que formaron parte Masegoso y otros ciento treinta pueblos actuales. Estos contornos, que se encontraban en buena medida deshabitados, se repoblaron sobre todo con gente que procedía de las áreas de la Corona Castellana situadas al norte del Duero y recibieron de Alfonso VII un fuero en 1141. No hay casi otra información del Masegoso de aquellos primeros siglos, salvo que es muy probable que algunos de sus vecinos participaran integrados en las huestes concejiles del Común de Atienza en la conquista de Cuenca a los musulmanes en 11776 y en las batallas de Alarcos (1195) y de las Navas de Tolosa (12127). También se sabe que Masegoso fue incluido en el arciprestazgo de Cifuentes durante el siglo xii:
Al señalarse límites a la tierra o jurisdicción de Atienza, comarca muy extensa que formó un común de villa y tierra, o sea, confederación de cierto número de aldeas bajo la dirección, gobierno y amparo de una fuerte villa realenga que hacía de capital [...] ya debía estar poblada o repoblada Cifuentes desde años atrás, adquiriendo rápido y creciente desarrollo e importancia, toda vez que mucho antes de concluir el siglo xii, al proceder el obispo de Sigüenza a la organización eclesiástica de la diócesis, hizo a Cifuentes cabeza de un arciprestazgo con Val de Sant García [Val de San García], Otos (Huetos), Rugiella [Ruguilla], Sotoca, Trillo, Gárgoles de Suso y de Yuso (de Arriba y de Abajo), Solaniellos (Solanillos), Henche, Gualda, Val del Agua [Valdelagua], Picazo, Peñarruvia (hoy despoblado), Durón, Budia, El Peral (hoy despoblado), Benbibre del Llano (despoblado), Benbibre del Castiello (Castilmimbre), Ferrueña (despoblado), El Olmeda del Extremo, El Villar, Barrio Pedro [Barriopedro], Val de Rebollo [Valderrebollo], Moranchiel [Moranchel], Masegoso, Cogolloso (Cogollor), Yella (Yela), Gacanecos (Gajanejos), Utande, La Toviella (despoblado), Val de Sant Martín (despoblado), Lodanca (Ledanca), Ageziella (Argecilla), Almadrones de la Torre [Almadrones], Fontanares (Hontanares), Alaminos, Ivierna (Las Inviernas) y Valunquer (despoblado).
(Layna Serrano, Francisco: Historia de la villa de Cifuentes, AACHE Ediciones, Guadalajara, 1997, pp. 36-37).
El nombre del pueblo era en aquella época Meseguso o Messeguso, dato que se conoce porque el rey Alfonso VIII de Castilla acampó en él con su ejército en 1214 de regreso a Burgos, después de retirar el infructuoso asedio de Baeza (Jaén), aún en poder musulmán tras la batalla de las Navas de Tolosa8. Mientras estaba en Masegoso, no sabemos si de paso o demorándose una breve temporada, el 25 de febrero de ese año 1214 el rey firmó un documento para notificar al concejo de Medinaceli que confirmaba al monasterio de Santa María de Óvila la propiedad de una heredad llamada Yelo (¿quizá el actual Yela?) que le había donado doña Mencía (¿la condesa Mencía de Lara?); quien firmó por mandado del rey fue Pedro Vida, alcalde (juez) de la curia regia o consejo real desde 1210:
Regis Adefonsi confirmatio de Yelo
Aldefonsus, Dei gratia rex, concilio de Medinacelle, salutem. Sciatis quod de illa hereditate de Yelo quam domna Maria dedit Monasterio de Ouila, quod concedo ego illam monasterio, et debet uobis placere quia Ouila in uestro termino est. Facta carta apud Messeguso, era MªCCªLIIª, Petro Uida exprimente, XXªV die mensis febroarii.
(Transcrito en Millares Carlo, Agustín, ed.: «Cartulario del Monasterio de Óvila (siglo XIII)», en Anales de la Universidad de Madrid: Letras, vol. 2, fascículo 1, Universidad Complutense de Madrid, 1933, p. 21, y en Martínez Díez, Gonzalo, 1983: Las comunidades de villa y tierra de la Extremadura castellana (Estudio Histórico-Geográfico), Editorial Maxtor, Valladolid, 2017, p. 220).
El cisterciense Monasterio de Óvila, en Trillo, hoy ya no existe más que en ruinas y en restos dispersos por las iglesias de pueblos cercanos y también vendidos a coleccionistas de Estados Unidos y otros países (parte de su sala capitular se ha reconstruido piedra a piedra en la Abadía de New Clairvaux, un nuevo monasterio cisterciense en Vina, California). El documento de Alfonso VIII está recopilado en un códice, el Cartulario del Monasterio de Óvila, junto con otros veintiocho: de los once firmados por Alfonso VIII, el décimo, en el folio 13 vuelto, es el que consta como fechado en Meseguso (los hay asimismo fechados en Hita, Viana, Óvila, Burgos y Cuenca, entre otros lugares; del cartulario hizo una edición comentada Agustín Millares en 19339). Lo cierto es que Alfonso VIII tenía cierta querencia por la zona: no hay que olvidar que en su infancia se refugió un tiempo en Atienza, sitiado por las huestes de su tío, el rey leonés Fernando II, de cuya persecución huyó en 1163 disfrazado en medio de un grupo de arrieros del lugar, lo que dio origen a la renombrada Caballada de Atienza de cada domingo de Pentecostés. Sería interesante consultar el Cartulario de Óvila original para ver escrito el nombre de Masegoso en un pergamino tan antiguo, pero se encuentra en los fondos de la Universidad de Oviedo desde 1935, tras la compra de la biblioteca del coleccionista Roque Pidal, y el acceso a una copia digital está restringido a la red interna de dicha universidad.
Por cierto, Masegoso tuvo aparte a lo largo de los siglos relación10 con el monasterio de Óvila, que poseía algunas propiedades en el pueblo. Uno de los abades del monasterio, Benito de Secadura (1524-1527), mandó en 1525 realizar una inspección y medición de dichas posesiones: parece ser que en Masegoso eran del monasterio veintiocho propiedades, compuestas de un solar de casas y una era detrás de ese solar, frente al campanario de la iglesia, y diversas parcelas de cultivo hasta sumar sesenta y una fanegas. El abad Severiano Pezuela (1620-1623) en 1622, representado por poderes por fray Diego López, hizo una permuta de tierras con Francisco Cortés Pardo de la Casta, señor entonces de Masegoso, ante Juan de Hernán Martínez, el escribano del pueblo: el monasterio dio al señor de Masegoso ocho azas y tierras de pan llevar, de diecisiete fanegas de extensión, a cambio de once azas de tierras, de diecinueve fanegas, que Francisco tenía en Masegoso y Moranchel. El cambio lo ratificó más tarde el abad ante el escribano de Trillo, Pedro Muñoz. Unos pocos años más tarde, en 1629, el señor de Masegoso dio cien ducados al monasterio «para sostener la lámpara de aceite del Santísimo».
La Comunidad de Atienza fue sufriendo mermas de territorio en los siglos del xii al xv por creación de nuevas Comunidades y también porque los reyes enajenaron algunas partes. En lo que respecta a Masegoso, el 15 de noviembre de 1434 la reina María de Aragón, consorte del rey Juan II de Castilla, donó el pueblo y otros veintisiete lugares que también pertenecían a Atienza (entre los que estaban los cercanos de Las Inviernas, Cogollor, Alaminos, los Gárgoles de Arriba y Abajo, Moranchel, Solanillos y Yela, así como los despoblados de El Sotillo, Almadrones, Hontanares y otros veinte más) a su aya, María de Castilla, nieta del rey Pedro I de Castilla, llamado el Cruel, como dote para su matrimonio con el camarero del rey, Gómez Carrillo de Acuña11. Fue Alonso de Carrillo de Acuña, hijo de María de Castilla y de Gómez Carrillo de Acuña, quien el 2 de septiembre de 1468 le vendió Masegoso por 200.000 maravedíes a García Rodríguez Gallego de Rivadeneira, primero de ese nombre y tercer señor, ya, de Masegoso.
En la relación de los impuestos reales recaudados del intervalo entre 1491 y 1494 en los distintos reinos de la Corona Castellana, Masegoso aparece en el obispado de Sigüenza, en el reino de Toledo. El arrendador y recaudador mayor de deudas del reino Raby Mayr (sefardita, que al bautizarse adoptó el nombre de Fernán Núñez Coronel) consignó ahí a Masegoso con el nombre de Mesegoso:
23. Alc. [alcabalas] y ter. [tercias] De determinados lugares en el obispado de Sigüenza: Carraçena y su tierra, Cavanillas, El Pedroche y Villasayas y Miendes, «con los lugares que tiene don Iñigo de la Cerda». Galve con sus alcarías [alquerías], Çirneches, Moratylla, Vaydes, Mandayona y su tierra, con la mitad de Algora y Aymon, la Casa de San Galindo, Laminos, Mesegoso, Las Ynviernas, El Sotillo, Torrecuadrada, Renales, Carrascosa, Cogollos, Fontanales, Yela, Moranchel, Çivica. 340.453 [maravedíes] [Archivo General de Simancas, Contaduría Mayor de Cuentas, 1.ª época, Legajo 94].
(Ladero Quesada, Miguel-Ángel: «La receptoría y pagaduría general de la Hacienda regia castellana», en En la España Medieval, n.º 25, 2002, p. 454).
El primer García Rodríguez Gallego de Rivadeneira era originario de Galicia y había participado en la Guerra de Granada con el rey Juan II. Vivía en Sigüenza, mientras que su hermano Fernando se estableció en Molina de Aragón y su hermano Juan el Mayor quizá en Sigüenza. García I12 tuvo dos matrimonios. Se casó en primeras nupcias con María o Ana Rodríguez de Mena y de ese primer matrimonio nacieron los siguientes hijos: Hernán Rodríguez de Mena, llamado también Hernán Gallego, que fue canónigo de Sigüenza; Ana Rodríguez de Mena, que se casó con Ramiro de Jaraba; Juana Rodríguez, casada con Luis Meléndez; y García Rodríguez de Rivadeneira II, que continuó en el señorío como IV señor de Masegoso. Cuando García I enviudó tuvo un segundo matrimonio, con Elvira de Torres, del que nacieron otros varios hijos: Juan de Torres; Elvira y Luisa Rodríguez de Torres, que fueron religiosas; Diego de Jaraba, casado con Petronila Sotomayor; García de Jaraba; y el bachiller García de Torres, casado con Inés de la Cerda. Finalmente, García Rodríguez Gallego Rivadeneira I hizo poder el 27 de noviembre de 1497 para que su segunda mujer, Elvira de Torres, y su hijo Hernán el canónigo hicieran en su nombre su testamento, el cual se verificó en Sigüenza el 22 de febrero de 1498.
García I fue también «contino», es decir, uno de los hombres de armas que integraban las Guardias de Castilla creadas en 1493 por los Reyes Católicos. A diferencia de muchos otros nobles que no vivían regularmente en sus posesiones, este primer García sí residía en Masegoso, aunque también en Sigüenza. Debió de ser entonces cuando se construyó el palacio de los Rivadeneira o un precedente que luego se iría ampliando y adaptando a las necesidades de los señores. Su ubicación estaría quizá justo en el comienzo de la calle del Palacio, en el espacio que hoy ocupan el frontón, el juego de bolos y su plaza, aproximadamente: las respuestas de algunos habitantes del pueblo para el Catastro de Ensenada de 1751 sitúan el palacio, ya entonces en ruinas, en esa zona.
Sin embargo, tal vez no fue ésa la residencia original de los Rivadeneira en Masegoso. En los turbulentos primeros tiempos del señorío no sería sensato que los señores vivieran en un palacio, sino en una fortificación. Considerando que los señores de Masegoso no tenían excesivos recursos en comparación con otros nobles, es lógico pensar que para su defensa habrían edificado no algo de la envergadura de un castillo, pero sí una casa fuerte, más modesta, y no en la parte baja donde estuvo luego el palacio, sino en la zona más alta del pueblo. Si consideramos además que en la actual cuesta de la iglesia se encontraba antes de la Guerra Civil un pequeño barrio llamado El Castillejo, ¿no podría éste llamarse así por el recuerdo difuso de que allí se alzó en tiempos la primitiva residencia de los Rivadeneira? En la provincia de Guadalajara hay ejemplos de edificaciones de ese estilo y de esa misma época, el siglo xv: la de los Malo de Marcilla en Setiles; la de los Mendoza en Espinosa de Henares, sobre la que los duques del Infantado levantaron un palacio en el siglo xix; la de Castilnuevo, también de los Mendoza; o la casa fuerte de La Bujeda, en el término de Traíd, por citar cuatro. En Las Inviernas quedan los restos de una torre que podría ser de ese mismo periodo. Han perdurado muchas menos de las que llegó a haber. A lo largo de los siglos unas cuantas fueron transformadas en palacios por sus dueños, pero la mayoría se convirtieron en escombros o los vecinos de cada lugar se valieron de ellas como corrales para su ganado o emplearon sus materiales para sus propias construcciones. Tal pudo ser el caso de la que hubiera en Masegoso, si es que llego a haberla. Es cierto que ni el Catastro de Ensenada de 1752 ni el Diccionario de Pascual Madoz de 1848 refieren la existencia de ninguna casa fuerte en el pueblo. Una prospección arqueológica en el lugar donde estuvo El Castillejo quizá podría dar con los cimientos del barrio y los de la hipotética casa fuerte de los Rivadeneira.
Porque resulta que ciertamente los primeros tiempos de los Rivadeneira en Masegoso fueron peligrosos: en 1498 el segundo García Rodríguez de Rivadeneira solicitó amparo al corregidor de Molina frente a los concejos de Las Inviernas y otros pueblos por entremeterse en el término de Masegoso13. Y ese mismo año pidió también protección porque se sentía amenazado por el adelantado de Cazorla, por el conde de Cifuentes y por García de Torres, alcaide de Medinaceli y señor de Alaminos y Renales. Los nobles de fines de la Edad Media aún se tomaban la justicia por su mano y había usurpaciones territoriales frecuentes y enfrentamientos armados entre ellos. Cuando la Corona Castellana salió reforzada con el gobierno de Isabel la Católica y el final de la Reconquista y de las tropas privadas señoriales, esas luchas entre nobles decayeron al fin en todo el reino y las diferencias, ya casi comenzando el siglo xvi, se empezaron a dirimir sólo en los juzgados. García II se casó con Inés de Acuña e hizo testamento en nombre de su mujer en Cifuentes el 15 de octubre de 150514.
García Rodríguez de Rivadeneira II obtuvo la condición de escribano del rey Carlos I. En 1506 había vinculado por mayorazgo el señorío a favor de su primogénito, también llamado García, para que siempre estuviesen el título y su patrimonio unidos a la herencia del linaje (estos datos y los siguientes se recogen en la «Ejecutoria del pleito litigado por Víctor María de Garcés Mansilla y de Medrano, y su madre Nicolasa Medrano, vecinos de Molina de Aragón (Guadalajara), con la justicia, concejo y vecinos de Macegozo, sobre el derecho a percibir una fanega de trigo». Fecha: 1826. Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, REGISTRO DE EJECUTORIAS, CAJA 3874,45).
Además de tener en propiedad la mayoría de las tierras, los señores de Masegoso ejercían las jurisdicciones civil y criminal en su término y a ellos les pertenecía la facultad de designar cada año los cargos del concejo. Por último, los señores poseían los derechos de diversos impuestos o pechos que debían pagar los vecinos (a los que se designaba, por ello, como pecheros): las alcabalas (tasa de alrededor del 5 % en las ventas de productos y bienes), las martiniegas (llamadas así porque se pagaban anualmente el día de San Martín y eran un tributo por cada finca que se poseyera), las tercias reales (de los diezmos que los vecinos daban a la Iglesia, dos novenas partes eran para la Corona; a veces el rey las cedía al señor de un lugar, como pasaba con el de Masegoso), las tasas de escribanía y demás, así como los peajes (portazgos y pontazgos) que debían abonar los forasteros que quisieran entrar en el pueblo, atravesar el término por sus caminos o cruzar el puente del río Tajuña. A todas esas cargas impositivas se sumaban otras que debían abonarse al rey.
Fue en esta época cuando desde la Corona se buscó hacer más eficientes los cobros fiscales y revisar los padrones, por lo que se registró la cantidad de vecinos que en cada lugar debían pagar los impuestos. Gracias a ello podemos saber que en aquel entonces la población de Masegoso no era muy numerosa: de acuerdo con el Censo de Pecheros de Carlos I, en 1528 había en el pueblo veintinueve vecinos pecheros, es decir, cabezas de familia con obligaciones y sin exenciones tributarias (mientras que vivían sesenta y siete en Las Inviernas, veinte en Moranchel, cincuenta y tres en Alaminos, veintitrés en El Sotillo, treinta y nueve en Valderrebollo, sesenta y seis en Solanillos del Extremo, cuatrocientos veinticinco en Brihuega, cuatrocientos sesenta y uno en Cifuentes, ciento ochenta y cuatro en Trillo, treinta y cuatro en Olmeda del Extremo y cuatrocientos veintidós en Sigüenza y anejos15). Esta cifra permite suponer para Masegoso una población total de entre ciento quince y ciento cuarenta y cinco, si consideramos que cada familia podía contar de media con unos cuatro o cinco miembros.
Unos datos un poco más detallados nos los proporcionan los Expedientes de Hacienda que se guardan en el Archivo General de Simancas, porque distribuyen la población según sus ocupaciones: para el año 1586 dan un total de treinta y siete vecinos en Masegoso (lo que implica una población de entre ciento cuarenta y ocho y ciento ochenta y cinco habitantes), entre los que había un caballero, un clérigo, un licenciado, un molinero, cuatro pobres, tres viudas, una viuda pobre, veinticinco labradores, un artesano, dos empleados del sector terciario (quizá posaderos); se anotaba que había once menores16.
El tercer García Rodríguez de Rivadeneira vivía en Sigüenza. Se casó con Mariana de Torres y recibió el 15 de junio de 1531 licencia real para hacer mayorazgo de su señorío y hacienda en favor de sus hijos. El 2 de agosto de 1540 en otro escrito adjudicó el mayorazgo al primogénito, García IV, enumeró sus posesiones en Masegoso, Las Inviernas, Valderrebollo, Cogollor, Moranchel y Solanillos y los nombres de algunos vecinos del pueblo que pagaban renta anual por unas heredades sujetas al mayorazgo... Los seis hijos de García y Mariana figuran en papeles posteriores: García IV, Juan, Pedro, Petronila, Juana y Jerónima. En su testamento del 4 de febrero de 1547 se lee que García III, ya viudo (su mujer, Mariana de Torres, había testado en Sigüenza el 3 de diciembre de 154017 y probablemente falleció poco después), dirigió a su hijo Pedro a la carrera de clérigo y para financiar sus estudios le asignó una renta de cincuenta ducados. A sus hijas las exhortó a vivir en un convento como beatas sin tomar votos hasta ser mayores, pero si Petronila deseaba casarse, le adjudicaba a su criada María, que debía servir a García mientras tanto. Añade el testamento que fue él, García III, quien mandó años antes construir el molino y el pequeño canal del caz que lo movía.
El cuarto García de Rivadeneira, que redactó su testamento en Cifuentes en enero de 156118, debió de fallecer sin hijos no mucho después y su hermano Pedro no podía heredar el señorío por ser religioso. Por su parte, tampoco le sucedió en el título Juan, su otro hermano, nacido y residente en Masegoso, porque estaba ausente: había pedido el 10 de abril de 1555 licencia para pasar a las Indias del Mar Océano a residir en ellas
, según sus palabras19. Y había obtenido esa licencia, puesto que aparece su nombre en primer lugar en el numeroso séquito de familiares y criados que acompañó a América a un noble de mayor categoría, Andrés Hurtado de Mendoza, el II marqués de Cañete, nombrado el 10 de marzo de ese año 1555 virrey del Perú:
El marqués de Cañete, Virrey del Perú, con sus criados:
Juan de Rivadeneira, vecino y natural de Masegoso, hijo de Juan de Rivadeneira y de doña María de Torres;
Juan Collado de Fuenleal, vecino y natural del Corral de Almaguer, hijo de Hernando Collado y de doña Isabel Ramírez;
etc.(«El marqués de Cañete», 1555, Archivo General de Indias, PASAJEROS, L.3, E.3199, documento reseñado en Bermúdez Plata, Cristóbal (dir.): Catálogo de Pasajeros a Indias, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, vol. III [1539-1559], CSIC, Imprenta Editorial de La Gavidia, Sevilla, 1940).
Es muy probable que Juan, que como noble segundón no tenía mucho porvenir en Masegoso (aún no podía saberse que fallecería sin descendencia su hermano mayor, García IV, y que él habría heredado el señorío), se decidiera a acompañar al marqués de Cañete al conocer el nombramiento de éste como virrey, ya que el marqués, miembro de la Casa de Mendoza, tenía numerosas posesiones en la provincia de Guadalajara y tal vez divulgó algún llamamiento por la región con el fin de completar su compañía: seguramente quiso rodearse de gente próxima y afín para su larga misión. Se sabe, en fin, que la comitiva emprendió su viaje el 15 de octubre de 1555 en un barco que partió de Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, surcó el Atlántico y tocó tierra en Panamá, cruzó el istmo hasta el océano Pacífico, llegó después de nuevo por barco a Paita, en Perú, el 24 de marzo de 1556, y, pasando por Trujillo, terminó su periplo en Lima el 29 de junio.
Al morir en Lima el marqués de Cañete en 1560, Juan permaneció en Perú y parece ser que tuvo un hijo, llamado también Juan de Rivadeneira, nacido en Lima alrededor de 1574. Este segundo Juan fue capitán y se casó en 1599 en Quito, actual Ecuador, con Inés Sotomayor y Ruiz. Tuvo numerosa descendencia20.
Quizá el primer Juan falleció en las Indias o desde allí ni él ni su hijo el capitán reclamaron el señorío. Fuera cual fuera la razón, en 1602 la VIII señora de Masegoso era su hermana D.ª Petronila Rodríguez Rivadeneira y Acuña, mencionada antes, que volvió a vivir al pueblo tras enviudar del caballero Francisco Medrano. Sin hijos de su matrimonio, dictó su testamento el 28 de mayo de ese año y lo amplió el 16 de agosto. En él, entre otras cláusulas fundó su célebre obra pía. En sus últimas voluntades dejó doscientos ducados para terminar las obras del coro de la iglesia. Debió de fallecer pronto después de eso.
Es bien conocida la obra pía que fundó en su testamento D.ª Petronila, a la que por este motivo se le dedicó en Masegoso una calle. Según el Diccionario de la Real Academia Española, una obra pía es un establecimiento piadoso para el culto de Dios o el ejercicio de la caridad con el prójimo
. Como indicó D.ª Petronila en su última voluntad, para asegurar su mantenimiento y administración designó por necesario patrono al vigente señor de Masegoso de cada momento y como compatrono al concejo de la villa. La obra pía era similar a una beca actual: donaba cada año un dinero para el matrimonio o el ingreso en un convento, en primer lugar, de las hijas y descendientes de sus sobrinas María e Inés; en segundo lugar, de las hijas y descendientes sucesivas de varias de sus allegadas; en tercer lugar, de las servidoras de su casa; en cuarto lugar, de las muchachas del pueblo, hijas de sus vasallos
, que fueran huérfanas o que carecieran de fortuna; y una cantidad adicional de cincuenta ducados como ayuda para algún hijo del pueblo que quisiera cursar estudios de teología.
También se especificaba en el testamento que la obra se había iniciado con un capital de dos mil quinientos ducados propios del concejo de Cifuentes, quizá prestados a dicho concejo mediante censo, y cuatrocientos cincuenta obtenidos de la venta de un mesón, así como otros bienes que tenía en Carrascosa. El dinero principal habría de guardarse en un arca de la que se harían tres llaves: una la tendría el señor de Masegoso, otra el concejo del pueblo y otra el depositario. El arca sólo se podría abrir estando las tres partes presentes. Este dinero se respaldaba además con las rentas de ciertas tierras vinculadas expresa y exclusivamente a la obra pía, que no se podían vender y estaban en el mismo Masegoso y en Moranchel, Cogollor, Hontanares, Alaminos, Alcolea del Pinar y Olmedillas. Es obvio que en realidad estos fondos en buena parte procedían de los esfuerzos de los propios vecinos, que pagaban sus rentas a los señores, pero al menos así algo revertía en ellos. En cualquier caso, las dotes de la obra pía se siguieron otorgando hasta mediados del siglo xx.
En 1609 figuraba como IX señora de Masegoso la hermana de D.ª Petronila, D.ª Juana, que dicho año prestó mediante censo dos mil ducados al concejo de Almonacid de Zorita21. Juana, nacida en Masegoso, se había casado con García de Torres, de Medinaceli (Soria). Juana y García tuvieron dos hijas: María e Inés de Torres y Rivadeneira. Inés se casó con el doctor Bartolomé del Águila y con él residió en Medinaceli. La pareja tuvo dos hijos, Bernardo y Petronila del Águila, y en 1619 era compatrona de la obra de D.ª Petronila.
Fue X señora de Masegoso la primera hija de Juana, María de Torres y Rivadeneira. Nacida en Medinaceli, se casó con Francisco Cortés Pardo de la Casta, vecino de Terrer, aldea de Calatayud (Zaragoza). Ambos fueron padres de Francisco Cortés Pardo de la Casta y Torres, natural de Ibdes, otra aldea de Calatayud, XI señor de Masegoso y desde 1626 caballero de Santiago22, cuyos hijos fueron García, Francisco y Miguel. El segundo hijo, Francisco Cortés de Rivadeneira, fue caballero de Santiago, y el tercero, Miguel, gran juez conservador y comendador de la Orden de San Juan en Alhambra (Ciudad Real). El primero, García (en su testamento, Luis en otros textos) Cortés Pardo de la Casta de Rivadeneira, XII señor de Masegoso, se desposó con Mariana Bravo de Saravia, hija de José Bravo de Saravia y María de Luzón y nieta de Melchor Bravo de Saravia y Sotomayor (Soria, 1512-1577; presidente de la Audiencia de Perú, 1553-1556, gobernador de Chile, 1568-1573); sus capítulos matrimoniales se habían establecido en Abdén, jurisdicción de Calatayud, el 20 de enero de 163623 y ambos presentaron sus testamentos en Masegoso el 8 de diciembre de 1640 ante el escribano del pueblo, Francisco Morales, y García un nuevo testamento el 17 de octubre de 1644 en Cifuentes24.
La Cañada Real Soriana Oriental atraviesa el término de Masegoso de norte a sur y desde la creación de la Mesta por Alfonso X el Sabio en 1273, innumerables rebaños de ovejas circularon por ella. Así se la describía en 1911 en El Noticiero de Soria:
Dentro ya del partido de Brihuega entra la cañada que describimos en el término de Masegoso, por el citado prado del Ojo o del Hoyo, siguiendo luego por las Navas, dehesa del barranco, los Egidos, Ermita de la Soledad, las Eras, linde del lugar de Masegoso, que queda a la derecha, puente sobre el río Tajuña, al prado de las Matanzas, por donde entra en el término de Solanillos del Extremo, dirigiéndose por los Recueros…
(El Noticiero de Soria, n.º 2446, miércoles 15/03/1911, p. 1).
En 1622 el Concejo de la Mesta presentó en la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid un juicio contra el concejo de Masegoso porque éste había convertido en dehesa propia una serie de pastos en el Prado de La Mata y negaba el acceso a ellos a los pastores que atravesaban el término por la cañada. El pueblo perdió este pleito y tuvo que pagar indemnización a la Mesta, pero presentó un recurso y lo ganó en 1625: la Mesta tuvo que devolverle la indemnización y pagar por los daños que el ganado en tránsito pudiera causar en los pastos del pueblo25.
La relación de Masegoso con la Mesta se mantuvo en general sin roces dignos de mención y los rebaños circulaban por la galiana sin problemas más allá de lo que se pudiera esperar. Más o menos cada dos años la recorrían unos delegados de la Mesta para realizar los apeos, mediciones, deslindes y reposición de los mojones que se hubieran desplazado o perdido y para confirmar que no se hubiera invadido el trazado. Aún hoy, de tanto en tanto, se hacen inspecciones semejantes. En tiempos de la Mesta, los delegados, en compañía de un escribano, convocaban en cada pueblo a uno de los regidores o a los alcaldes ordinarios y éstos acudían junto con otros dos vecinos del pueblo, que hacían las funciones de apeadores. Se procedía entonces a delimitar correctamente la cañada en su trayecto por el término y a dejar constancia por escrito notarial de cualquier cambio que se hubiera producido. Por lo visto, en Masegoso los delegados de la Mesta solían citar a los representantes del pueblo en el llamado Prado del Ojo, si venían desde la dirección de Soria, o en el Prado de las Matanzas, si venían desde la dirección de Solanillos.
La única hija de García Cortés Pardo de la Casta de Rivadeneira fue Antonia María Cortés Pardo de la Casta de Rivadeneira, XIII señora de Masegoso, nacida en Ibdes, casada en 1652 (las capitulaciones matrimoniales se hicieron el 22 de agosto en Madrid26) con Isidro Antonio de Moscoso y Córdoba, nieto de Garci Méndez de Moscoso y Montemayor (IV señor de las Torres de Alcorrín, en Écija, Sevilla) y de María de Córdoba y Velasco y quizá emparentado con los condes de Altamira, natural de Madrid y caballero de Calatrava desde 1641. En 1666 el cronista Francisco Diego de Sayas anotó esas uniones de linajes27. En 1682 escribió también de esos matrimonios un pariente cercano de Isidro Antonio, Cristóbal de Moscoso y Montemayor, VII señor de las Torres de Alcorrín, elevado a I conde por el rey Carlos II al año siguiente, a marqués de Cullera y a duque de Algete por Felipe V en 1708 y 172828.
Parece que la última señora que residió alguna temporada en el palacio de Masegoso fue Antonia María, que probablemente dio a luz en él hacia 1655 a uno de sus hijos, Jacinto Roque de Moscoso y Cortés Córdoba, de nacimiento confirmado en Masegoso29. Se sabe que, sin embargo, su hijo mayor, Pedro Cayetano, vino al mundo en Madrid. Ya hacía tiempo que los señores vivían sobre todo en Ibdes, Medinaceli, Madrid y otros lugares y es probable que visitaran Masegoso muy poco. En un principio sufragarían las obras necesarias para mantener habitable el edificio, pero al final no les compensaría el gasto y permitirían que terminara deteriorándose y hundiéndose: según las informaciones recogidas en 1751 para el Catastro de Ensenada, estaba ya en ruinas. A ello se sumaría que los vecinos irían aprovechando sus sillares, ladrillos, vigas, rejas y otros elementos. Si aún los había, sus últimos vestigios en superficie desaparecieron con la reconstrucción del pueblo tras la Guerra Civil, que veremos en el capítulo correspondiente.
En ocasiones los nobles ceden en vida sus títulos a sus hijos. Así debió de actuar Antonia María Cortés Pardo de la Casta de Rivadeneira, pues mientras ella aún vivía era ya XIV señor de Masegoso su hijo Pedro Cayetano de Moscoso y Cortés Córdoba, caballero de Calatrava a partir de 1670. Pedro se casó en 1680 en Madrid con Petronila Antonia Codorniú de Solá y Ribera, hija de Miguel Francisco Codorniú de Solá, que fue comisario general de la caballería de Castilla y gobernador y capitán general de Yucatán y Campeche en Nueva España, actual México. Su boda nos da un apunte de que los señores de Masegoso eran nobles, pero no especialmente ricos: la ceremonia dejó unas deudas de más de 40.000 reales en joyería, aparte de otros 36.492 que el joyero pagó por los contrayentes, y otros 96.450 reales en sedas. Para cubrirlas el matrimonio debió vender una casa tasada en 8.000 ducados, al cambio de entonces unos 47.000 reales, y Petronila Antonia suscribió por añadidura dos pagarés con la villa de Madrid, uno de 100.000 reales y otro de 22.00030.
Joven y casi recién casado y quién sabe si un tanto acuciado aún por las deudas de su costosa boda, Pedro Cayetano le escribió una carta en 1681 al poderoso Gregorio de Silva y Mendoza, V duque de Pastrana desde 1675 (y IX duque del Infantado y VII de Lerma desde 1686, aparte de otros títulos nobiliarios; era también diplomático del rey Carlos II) para felicitarle la Navidad y al tiempo ofrecerle sus servicios. El texto de la carta, transcrito y actualizado a la ortografía actual, es el siguiente:
Esta de Vuestra Excelencia. Masegoso y diciembre 23 de 1681
D. Pedro de Moscoso y Córdoba
[Al] Excm.º [Sr.] Duque de Pastrana
Excelentísimo Señor:
Más quisiera hacer este papel cara a cara a los pies de Vuestra Excelencia si no os mostrara la pluma mi buen afecto con que doy a V.E. las Pascuas y fines y principios de años, que sean tan felices como le pido al cielo se las comunique a V.E. estas y otras muchas, con los gastos y aumentos que la persona de V.E. se merece. Yo las tendré alegrísimas con que V.E. no me tenga ocioso, porque sabe cuán de corazón será obedecido y cuánta lisonja será para mí. Dios me guarde la persona de V.E. en su mayor grandeza…(«Carta de Pedro Moscoso y Córdoba al Duque de Pastrana, de ofrecimiento», Fecha: 23/12/1681, AHNOB, OSUNA, CT.246,D.83).
Si las condiciones de existencia para el común de la población eran en general muy difíciles en la jerárquica sociedad del Antiguo Régimen, siempre afectada por los designios de los poderosos en casi todos los aspectos de la vida, los pequeños nobles no estaban exentos de ciertas intranquilidades. Ya hemos comprobado antes algunas muestras de que, al formar parte de una nobleza de pequeño rango, para completar sus ingresos y mantener su estatus los señores de Masegoso a menudo se vieron en la exigencia de buscar la protección de otros títulos superiores y ponerse a su disposición. Así se vio obligado a hacerlo Pedro Cayetano ante el duque de Pastrana. Y debió hacerlo además con adorno y no poca adulación según las alambicadas normas de cortesía de la época, para que la altivez que caracterizaba a muchos de los más altos nobles de aquel entonces no se viera de algún modo ofendida y no se pusiera en peligro su necesario favor.
Pedro falleció sin hijos el 14 de septiembre de 1690, con treinta y tres años, según contó en su oración fúnebre el predicador general dominico Fray Juan Delgado el 20 de noviembre del mismo año31. Su viuda, Petronila Antonia, no mantuvo el señorío porque era consorte y porque después contrajo otro matrimonio, esta vez con Miguel de Artacho y Artacho Briones y Valdés, caballero de Santiago desde 1704.
No pudo tomar posesión del señorío el hermano de Pedro, Jacinto Roque de Moscoso y Cortés Córdoba, nacido en Masegoso y caballero de Calatrava también desde 1670, porque al contar con pocos medios en Madrid, donde vivía, se había marchado a Guatemala en 1683. Igual que hizo en 1555 Juan de Rivadeneira, en su precaria situación económica de hijo segundón de nobles Jacinto Roque había pedido licencia en 1682 para pasar a las Indias en compañía de un criado32. Pensaba allí ajustar las cuentas de una encomienda de diez mil ducados de renta que poseía en Guatemala, quizá la única herencia recibida de su padre y que había ganado su abuelo paterno Cristóbal por servicios prestados al rey. Quien se la administraba no le enviaba la renta. Finalmente, Jacinto Roque obtuvo el 22 de febrero de 1683 la licencia para viajar a Guatemala y así lo hizo. Allí se casó el 26 de abril de 1684 por poderes con Mariana Felipa de Cantabrana y Sanz y se trasladó a vivir a México, ciudad en la que residía su esposa y de la que él llegó a ser alcalde ordinario desde el 1 de enero de 1687. Murió el 20 de octubre de 1691, en fin, apenas un año después que su hermano Pedro y como él, joven y sin progenie.
En esa misma época otro hijo de Masegoso había viajado a América: se trataba de fray Diego Moreno, fraile franciscano nacido en el pueblo en 1623. Siendo predicador, con treinta y siete años, en 1660 formó parte de una misión33 compuesta por doce religiosos y dos legos enviados para participar en la conversión de los indios cumanagotos y caracares, conocidos estos últimos también como palenques, en la región del Piritú, en territorio de lo que actualmente es el estado de Anzoátegui, en la costa central de Venezuela. Antes de partir, fray Diego y otros siete franciscanos se encontraban en Cádiz y el resto en Sevilla. La misión fue financiada por orden del rey Felipe IV y dotada de diversos aprovisionamientos. En algún momento entre 1666 y 1670, fray Diego Moreno se vio obligado a regresar a España junto con ocho de sus compañeros por ser «enfermos habituales»; esa indicación de mala salud en los informes correspondientes quizá haga referencia a la malaria, enfermedad que, entre otros síntomas, causa episodios periódicos recurrentes de fiebre alta y postración. No hay más referencias sobre fray Diego.
Al sobrevivir a sus hijos Pedro Cayetano y Jacinto Roque, fallecidos sin sucesión, la última del linaje Rivadeneira en el señorío de Masegoso fue Antonia María Cortés Pardo de la Casta de Rivadeneira, que murió en Madrid el 19 de julio de 170634. Había hecho testamento tan sólo dos días antes35... Le correspondió el título a su sobrino tercero José Portocarrero y Cossío, que no descendía de la rama de los Rivadeneira porque era hijo del primo segundo de Antonia María por parte de madre, Jerónimo Portocarrero. Nacido en Toro (Zamora), José fue I marqués de Castrillo y caballero de Santiago. Se había casado en 1670 con María Manuela de Prado. Después heredó el título el hijo de éstos, Baltasar de Portocarrero y Prado, marido de Catalina Maldonado y Ormaza.
Sucedió en el señorío la hija de Baltasar de Portocarrero y Prado y Catalina Maldonado y Ormaza, Agustina María Portocarrero y Maldonado (1734-ca. 1760), XVII señora de Masegoso, III marquesa de Castrillo y III condesa de Belmonte del Tajo, casada con Manuel Joaquín de Cañas y Trelles (1725-1791), V duque del Parque y VIII marqués de Vallecerrato.
En mayo de 1751 le llegó a Masegoso el turno de responder las preguntas de la investigación iniciada en 1749 por orden del rey Fernando VI a iniciativa de su ministro Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada. Este Catastro trataba de averiguar el número de vecinos, el tipo de tierras y su producción, la ganadería, las rentas, y la situación administrativa y otras características de las 15.000 localidades de la Corona de Castilla.
A Masegoso acudió como enviado Diego Manuel Garzón, abogado de los Consejos Reales y juez perteneciente a la comisión encargada de realizar el Catastro. El juez Garzón convocó al cura del pueblo, entonces Francisco García Rubio, a los alcaldes ordinarios, que eran Domingo Villaverde y Francisco Marlasca, a los regidores, Matías de Henche y Manuel de Ayuso Mayor, a dos peritos, Francisco Alcolea y Manuel Díaz, así como a Manuel de Marín, el «fiel de fechos». Todos juraron decir la verdad. El interrogatorio, de cuarenta preguntas, se prolongó en el Ayuntamiento varios días porque era mucha la información que se debía aportar. Gracias a las respuestas sabemos que Masegoso contaba entonces con cuarenta vecinos, es decir, cabezas de familia y viudas, lo que supone entre ciento cincuenta y doscientos habitantes en total, y cuarenta y dos casas «de habitación», dos de ellas sin morador, y otras dieciocho que antes fueron casas, por arruinadas están hoy reducidas a corrales
.
Los interrogados respondieron que Masegoso pertenecía entonces al duque del Parque (en realidad, como hemos visto pertenecía a su mujer, Agustina Portocarrero y Maldonado), quien en aquel tiempo residía en Valladolid y anualmente recibía de renta diez mil maravedíes del conjunto de los vecinos, de cada uno de ellos una gallina y además sesenta y ocho maravedíes más de cada labrador que tuviera una yunta de labor, añadiendo la tercera parte del total del carbón de leña que se produjera y otras rentas más. Además, cada vecino debía dar al cura media fanega de trigo, cebada y centeno y otras rentas, y otras aportaciones para la catedral de Sigüenza y para las iglesias de San Juan y San Gil de Atienza.
Entre los «propios» o propiedades municipales estaban el mesón, que se arrendaba anualmente por ciento treinta reales; el horno, por cien; cincuenta fanegas de tierra de pan llevar, arrendadas anualmente por doce fanegas de trigo, al cambio unos ciento ochenta reales; el pasto y el fruto de bellota del monte de Los Narros y la dehesa de La Mata (aquella por la que había litigado la Mesta cien años antes), en ciento cincuenta reales, con la condición de que cada veinte años debía cortarse leña para carbón; el soto del Sargal, de cinco fanegas, cada una de ellas con sesenta álamos blancos, a cortar cada veinte años; el puente sobre el Tajuña, que era de madera, y que regularmente se arrienda en cien reales, aunque con la precisión de conservarle y repararle de las frecuentes quiebras que padece con los incrementos del río
. Se citaba también el molino, situado a quinientos pasos del pueblo y que pertenecía al duque del Parque; debía de estar inactivo desde 1745 porque se rompió entonces la presa que le proporcionaba el agua y el duque no la reparaba porque no le traía cuenta con las crecidas del río en invierno.
En algún momento entre el año 1751 del Catastro de Ensenada y el año 1770 aproximadamente, el viejo puente de madera sobre el río Tajuña se sustituyó por uno de piedra, además, muy bien construido36: fue hacia ese año último cuando pasó por Masegoso el abate Ponz (Antonio Ponz, 1725-1792), historiador, pintor, religioso, miembro de las Reales Academias de Arte de San Fernando y de la Historia37.
Muchos nobles litigan contra sus parientes por los títulos si creen que tienen mejor derecho que quienes los ostentan, por ser descendientes más directos de los titulares originales. Así ocurrió en 1783, cuando entraron en juicio por el señorío y mayorazgo de Masegoso nada menos que cuatro partes interesadas38: la primera, el V duque del Parque, como viudo de Agustina María Portocarrero y Maldonado, que gozaba entonces del título; la segunda, Nicolás Carrillo de Mendoza, I marqués de Alcocébar, y al morir éste, su hijo Diego Antonio Carrillo de Mendoza; la tercera, Joaquín Zapata, marqués de Torre de Ginés, en representación de su mujer, María Antonia de Bergés y Lorenzana; y la cuarta, Joaquina de Perea Malo de Mendoza Rodríguez de Rivadeneira, y por su fallecimiento, Fausto José Francisco Medrano de Guzmán y de Perea Malo de Mendoza, su hijo y de José de Medrano Fernández de Velasco.
Las partes aportaron durante el juicio muchos certificados para fundamentar sus pretensiones: en sus trescientos folios de actas se encuentran las copias de los testamentos de los primeros Rivadeneira, el mayorazgo de Masegoso, la fundación de la obra pía de D.ª Petronila y otras informaciones interesantes que han sido muy útiles para elaborar este texto. Ganó el pleito, en fin, Fausto José, al que se le adjudicó el título de XVIII señor de Masegoso porque demostró39 que descendía por dos ramas de Juan Rodríguez de Rivadeneira el Mayor y de Fernando Gallego Rodríguez de Rivadeneira, hermanos ambos que fueron del III señor de Masegoso, García Rodríguez Gallego de Rivadeneira I, linaje el de este último que se había extinguido al fallecer sin descendencia en 1690 su 7.º nieto, Pedro Cayetano de Moscoso y Cortés Córdoba y Bravo de Saravia, XIV señor de Masegoso, y en 1706 la madre de éste, Antonia María Cortés Pardo de la Casta de Rivadeneira, XIII señora, como vimos. La relación genealógica de los demás pretendientes con García I era más indirecta o incluso inexistente. Fausto José había sido bautizado en Medinaceli el 30 de abril de 1744, residía en Almazán (Soria) y era ya XI señor de Cabanillas y V de Villaseca desde 1782.
La población de Masegoso en 1787 era de ciento ochenta y dos habitantes, noventa y dos mujeres y noventa hombres (Censo de Floridablanca), de los que solamente dieciséis eran mayores de cincuenta años. En 1795, en sus viajes pernoctó en el pueblo el escritor de la Ilustración José Cornide (1734-1803), geógrafo, naturalista, humanista y noble, señor de Cebreiro, de Madiz y de Saa y regidor de La Coruña, ciudad en la que había nacido40.
Mientras tanto, la vida en Masegoso transcurría con los vecinos atentos a pagar las rentas al señor, fuera el que fuera, y a acatar sus mandatos. En 1806 era la XIX señora de Masegoso María Nicolasa de Medrano, hija de Fausto José Francisco Medrano de Guzmán y de Perea Malo de Mendoza. Se casó con Manuel Garcés de Marcilla, de Molina de Aragón, que descendía de los parientes de los históricos Amantes de Teruel. Fueron sus hijos Víctor María y María del Pilar Garcés de Marcilla y de Medrano. Víctor era vecino de Molina de Aragón y Madrid y se casó con Íñiga Gonzalo, y cuando ésta murió, con Martina Gonzalo, su hermana41. María del Pilar se casó a su vez con Manuel María Rodrigo Martínez de Azagra y Beladíez.
En la Guerra de la Independencia, Masegoso fue escenario de un combate de los hombres de Juan Martín Díez el Empecinado (1775-1825) contra los franceses el 21 de mayo de 1812. Los hombres del Empecinado habían dormido en Cifuentes la noche anterior, mientras que los franceses, que eran quinientos de infantería y cien de caballería, se dirigían desde Sigüenza a Las Inviernas. Al saber de este movimiento, el Empecinado ordenó avanzar desde Cifuentes y se encontraron a los franceses en la vega de Masegoso… Los combates, en la vega y los cerros, se desarrollaron desde la una y media de la tarde hasta la noche y en ellos los españoles perdieron seis hombres y tuvieron veinte heridos y cinco fueron hechos prisioneros; los franceses, derrotados, huyeron a Brihuega, y allí llegaron de ellos solamente ciento cincuenta infantes y veintiocho de caballería. El Empecinado hizo además cincuenta prisioneros; relató el lance él mismo (su crónica aparece, entre otros sitios, en el periódico El Conciso42).
En 1826, María Nicolasa de Medrano y su hijo Víctor Garcés de Marcilla demandaron a Masegoso43, pues los vecinos no habían pagado la renta anual de trigo (una fanega de trigo por cada yunta y media yunta) al considerar extintos los señoríos. La sentencia dio la razón a los señores y los vecinos debieron pagar la renta. Hay que reseñar que los habitantes del pueblo eran doscientos noventa y tres en 1829, según el Diccionario geográfico universal44, mientras que en el diccionario de Pascual Madoz se contabilizaron cuarenta vecinos o ciento treinta y una almas hacia 184545; esa diferencia tan amplia me parece un error, quizá los enviados de Madoz en vez de recabar los datos in situ se fijaron en los recogidos en el Catastro de Ensenada de 1752 que vimos antes, porque en la Geografía histórico-militar de España de 1859 había registrados trescientos dos habitantes46. Cuesta creer esa merma tan acusada y ese posterior aumento en tan breve periodo de treinta años.
En lo que puede ser una de las últimas referencias públicas oficiales a un señor de Masegoso como tal, en noviembre de 1833 el mismo Víctor Garcés de Marcilla, XX señor, fue llamado a enviar a su apoderado a la Intendencia de la Provincia de Guadalajara, junto con los del duque de Medinaceli, el marqués de Montes Claros y la condesa de la Coruña, sin más información que la del llamamiento en sí47, quizá para notificarles la desaparición de los señoríos, pero esto es mera especulación. A partir de la Constitución de Cádiz de 1812 y el Trienio Liberal de 1820 a 1823 había comenzado a debilitarse en España el régimen señorial. Aunque aún se resistió en las reacciones absolutistas del rey Fernando VII, fue abolido definitivamente con la ley del 26 de agosto de 1837. Desde entonces el destino de Masegoso, como el de tantos pueblos, dejó de responder a los designios de alguien que ni residía en él, los vecinos eligieron a sus representantes y los impuestos ya se le pagaron al Estado y nunca más al señor feudal. Los antiguos señores de Masegoso conservaron todavía mucho patrimonio en el pueblo, es cierto, pero ya fueron simples propietarios como todos los demás.
No tardaron mucho en llegar los años de la Primera Guerra Carlista (1833-1839; hubo dos más, la Tercera acabó en 1879). En 1839, último año de la contienda, una partida de sesenta jinetes carlistas al mando de Balmaseda entró en Masegoso y cometió graves tropelías, como cometería en otros lugares en su retirada. Este hecho se recogió en la prensa48 y debió ser tan traumático para los habitantes de Masegoso que quedó grabado en la memoria colectiva del pueblo.
Justo como consecuencia de las incursiones carlistas y para reaccionar prontamente contra ellas se crearon en la región pequeños acuartelamientos militares, los llamados cantones, con un número reducido de soldados. Los cantones que se establecieron en diversos pueblos para el control y defensa del recorrido de la carretera de Aragón, la actual autovía A2, debían ser aprovisionados anualmente con el propósito de cubrir determinadas raciones diarias de vino, pan, carne, bagajes y caballerías para las tropas. Estas provisiones las debían aportar los pueblos más cercanos a cada cantón, comprendidos en una franja de dos leguas en torno a la carretera. Los pueblos cabezas de los cantones debían recibir esos avituallamientos con regularidad y se quejaban de que los pueblos adscritos no contribuían con todo lo que se les exigía. Al mismo tiempo, estos últimos protestaban porque a veces les reclamaban más de lo necesario y además, con frecuencia, desde cantones distintos simultáneamente.
Así pues, para resolver esos conflictos se regularizaron los territorios de cada cantón y desde al menos 1844 Masegoso49 estuvo incluido en el cantón de Almadrones (cuya actividad duró de 1838 a 1895, aproximadamente), junto con el mismo Almadrones, Alaminos, Valderrebollo, Hontanares, Ledanca, Castejón, Cendejas de Enmedio, Bujalaro, Cogollor, Yela, Argecilla, Cendejas de la Torre, Cendejas del Padrastro y Matillas50. Había otras cabezas de cantón en Alcolea del Pinar, Algora, Gajanejos, Trijueque, Torija, Valdenoches... Cada año se sacaba a subasta pública el servicio de bagajes para los cantones51, al que podía optar el contratista que quisiera gestionarlo, pero en ocasiones la subasta quedaba desierta: el negocio no debía de ser muy lucrativo.
Masegoso pidió en 1879 que durante el verano se le eximiese de contribuir al cantón de Almadrones, ya que debía enviar suministros también a Trillo esos tres meses para abastecer a las tropas que escoltaban allí al capitán general de Castilla la Nueva durante sus vacaciones:
Masegoso. Bagajes. Vista la instancia del Ayuntamiento de Masegoso, en solicitud de que se le releve de contribuir al servicio de bagajes al cantón de Almadrones, por ser excesivo el número de caballerías que continuamente reclama, y hallarse aquel pueblo situado a la distancia de cien metros de las carreteras de Brihuega y Cifuentes, hasta llegar a Trillo, donde necesariamente tiene que prestar durante la temporada de baños un servicio penosísimo, si no se le segrega de aquel cantón; la Comisión, hecha cargo de este particular, acordó informar al Sr. Gobernador civil de la provincia en sentido de que puede servirse relevar al Ayuntamiento recurrente de contribuir al servicio de bagajes al pueblo de Almadrones, pero entendiéndose esto, únicamente durante los tres meses de temporada oficial de baños de Trillo, que terminará en 15 de Setiembre del corriente año, y quedando agregado en ese período al cantón de Cifuentes.
(B.O.P.G., n.º 54, 03/11/1879, p. 4).
Otro asunto importante por su influencia en la fisonomía del término de Masegoso, su conexión con el exterior y el mayor tránsito de viajeros y mercancías a su través fue la conversión de los caminos en carreteras. En 1861 el entonces gobernador provincial, Rufo de Negro, ordenó las expropiaciones para trazar la carretera de Almadrones a Cifuentes (actual Nacional 204), catalogada de segundo orden. En Masegoso se expropiaron partes de un total de ciento catorce parcelas52, en cuya relación se observa que Víctor Garcés de Marcilla mantenía numerosas propiedades en Masegoso. Lo mismo se ve en las expropiaciones para la ampliación y mejora de otra carretera que atraviesa las tierras de Masegoso, la de Brihuega, entonces de tercer orden, que se ejecutó a partir de 186953. Para ella, el gobernador provincial, José Domingo de Udaeta, mandó expropiar partes de dieciséis fincas, todas ellas tierras de labor.
En 186654, incluso todavía en 187055, el molino de Masegoso le pertenecía en efecto a Víctor Garcés de Marcilla, es de suponer que el mismo que muy joven participó en el juicio de 1826. Aún se negó a dejar de considerarse señor de Masegoso y reclamó indemnizaciones por haber dejado de recibir los diezmos del pueblo, pero el gobierno provincial desestimó su reclamación en 187856. Aunque en septiembre de 1866 Víctor, aún patrono de la obra de D.ª Petronila Rodríguez Rivadeneira, había solicitado en vano que ésta fuese declarada exenta57, en octubre el Ministerio de Hacienda anunció finalmente la desamortización de sus fondos, si bien con la garantía de conservar las rentas precisas para amparar su labor benéfica58. Se cumplía así la orden dada en 1855 por el ministro Pascual Madoz de poner en subasta buena parte de las tierras de Estado, Iglesia, ayuntamientos, obras pías, cofradías y otras instituciones. Fue el último de los procesos desamortizadores que se llevaron a cabo en España. Éste fue el primero de los golpes graves que sufrió desde entonces la obra pía de D.ª Petronila, puesto que es probable que al quedar liberadas se vendiesen algunas de las parcelas y rentas hasta entonces asociadas en exclusiva a su mantenimiento y por tanto sus recursos quedaron muy mermados. Aun así, la obra prosiguió.
A partir de 1885 la obra recibió otro duro golpe y dejó de conceder las dotes unos años: era su patrono entonces Miguel Garcés de Marcilla, sucesor de Víctor Garcés de Marcilla, aunque por su incapacidad psiquiátrica le representaba su primo, el sacerdote Mariano Martínez de Azagra. La Administración estatal abrió un expediente y mientras éste no se resolviera no se podían tramitar las dotes. Miguel falleció sin hijos en 1895 y en un acto absurdo, sin saber que había muerto tres años antes, el Ministerio de la Gobernación le suspendió debido a su incapacidad del cargo de patrono de la obra en 1898 y le concedió el patronazgo y administración de la misma interinamente a la Junta Provincial de Beneficencia de Guadalajara, a la que serían entregados todos los bienes, valores y documentos de la fundación59
. En 1899 se quejó de ello otro primo de Miguel, Silverio Martínez Azagra, hermano de Mariano y nuevo patrono de la fundación por herencia de su primo60. Silverio se mostró indignado por la suspensión del patronato, la consideraba un menoscabo de los derechos del pueblo de Masegoso y negaba que la Administración pudiera decidir quién era o no patrono de la obra pía, ya que se trataba de una fundación benéfica de carácter privado y patronato hereditario.
Silverio Martínez de Azagra y Garcés de Marcilla Beladíez y Medrano heredó el ya extinto título de señor de Masegoso y el aún vigente patronato de la obra pía de D.ª Petronila. Había nacido en Almazán (Soria), hijo de Pilar, hermana de Víctor Garcés de Marcilla. Silverio tuvo seis hermanos61: Pilar, Mariano (sacerdote, fallecido en 1909), Micaela, Juana, Manuel (que fue alcalde de Almazán y falleció en Madrid en 1904) y Joaquín, este último juez en Brihuega y fallecido en 1913 y triple consuegro suyo. Silverio murió en Almazán el 2 de mayo de 191062.
Un suceso muy grave ocurrió el 19 de junio de 1893, cuando descargó una tormenta tan particularmente violenta sobre Masegoso y su término que debió arrasar campos y cosechas por completo. Así se recogía la información en el periódico La Correspondencia de España: Se han recibido noticias oficiales de haber descargado anoche una horrorosa tormenta sobre Masegoso, pueblo de 300 vecinos. La piedra que cayó asoló los campos, destruyendo las cosechas en su totalidad. Reina gran pánico entre aquellos desventurados vecinos63
. Las consecuencias del pedrisco fueron tan serias que el alcalde, Dionisio Villaverde García, solicitó al gobierno provincial que ese año se eximiera al pueblo de los impuestos que correspondieran, algo así como una petición de declaración de zona catastrófica:
Presentada dentro del término legal por el Ayuntamiento del pueblo de Masegoso, la solicitud de perdón de contribuciones por la tormenta que descargó en aquel término el día 19 de junio último, con la documentación exigida en el Reglamento de 20 de septiembre de 1885, la Comisión provincial, en cumplimiento de lo que dispone el art. 101 del mismo, ha acordado anunciar el hecho en este periódico oficial para conocimiento de los demás pueblos de la provincia, a fin de que éstos, en el término de ocho días, puedan exponer lo que se les ofrezca y parezca acerca de la exactitud e importancia de la calamidad sufrida por el reclamante; advirtiéndoles que el importe del perdón que en su caso haya de concederse a dicho pueblo, será, como la ley previene, a más repartir en el siguiente año económico entre los demás de la provincia.
Guadalajara, 2 de agosto de 1893. El vicepresidente accidental, Antonio Molero y Asenjo.(B.O.P.G., n.º 93, 04/08/1893, p. 3).
Desde 1899 y los años siguientes, quizá hasta 1919, fue la Junta Provincial de Beneficencia de Guadalajara el organismo que administró la obra de D.ª Petronila Rodríguez Rivadeneira: en 1907 se anunciaron cinco dotes de 275 pesetas para las muchachas de Masegoso que se fuesen a casar o de 550 para entrar en religión, siempre que se tratara de descendientes de las primeras que designó D.ª Petronila; si no lo eran, las dotes serían de 137,50 y de 275 pesetas respectivamente. También se designaron ese año dos concesiones de 82,50 pesetas para dos estudiantes sin recursos durante tres años seguidos64. En 1911 la dotación fue la misma.
De haber continuado vigente el título, Eduardo Martínez de Azagra y Torres Garcés de Marcilla y de Pablos, hijo de Silverio Martínez de Azagra y Garcés de Marcilla, habría sido señor de Masegoso y Cabanillas: es más, como tal se presentaba a sí mismo durante la campaña electoral para las elecciones de la Diputación Provincial de Soria de 1911, comicios que por cierto perdió, aunque más adelante llegó a presidirla. No obstante, el propio Silverio Martínez de Azagra había reconocido en 1895 que los títulos de señorío ya no estaban en vigor. Eduardo nació en Almazán en 1870, fue director del periódico Tierra soriana y abogado y se casó en 1911 con Teresa Martínez de Azagra, su prima, hija de su tío el juez Joaquín Martínez de Azagra. Tenía seis hermanos: Manuel, abogado, muerto en Almazán en 1901 con veintinueve años; Teresa, casada con Gerardo Martínez de Azagra y Cortázar Garcés de Marcilla, su primo, hijo de su tío Joaquín, y fallecida en 1931; Micaela, casada con Enrique Ramírez Redondas y fallecida en 1907 con veintinueve años; Alejandro, casado con Consuelo Martínez de Azagra, su prima, asimismo hija de su tío Joaquín; Silverio, juez en Almazán, casado con Guadalupe Ágreda Martín; y Ramón.
Desde tiempo atrás iba siendo evidente que la existencia de muchos municipios españoles de nombre idéntico complicaba las funciones de la Administración del Estado. Ya en pleno siglo xx no era suficiente que Masegoso fuera Masegoso, porque había más Masegosos y podría ser grave que se confundieran unos con otros a la hora de recaudar impuestos, desarrollar infraestructuras o localizar el lugar, simplemente. Y es que aparte del nuestro había al menos un Masegoso en Soria, otro en Teruel, otro en Albacete a orillas del río Masegoso, un Masegosa en Cuenca... Para distinguir los municipios, una segunda parte del nombre se añadió en muchos casos a partir del Real Decreto del 27 de junio de 191665 que reformó la nomenclatura municipal española. El decreto se basó en los informes elaborados al respecto por la Real Sociedad Geográfica entre 1906 y 1916, según los cuales, de los 9.266 municipios que existían entonces en España, había más de 1.020 que compartían de alguna manera el nombre con otros. Para cambiar los topónimos se buscó tener en cuenta la preeminencia de las localidades de mayor entidad en cuanto a jerarquía administrativa y número de habitantes, a cuyos nombres en general no se les añadiría o alteraría nada, para sí modificárselo a las menores añadiéndoles una segunda parte descriptiva en función de criterios históricos, de usos tradicionales y adecuación a las condiciones geográficas de su entorno (comarcas, ríos, montañas y demás hitos). Se tuvo en cuenta el visto bueno de las diputaciones provinciales, los registros civiles y notariales y otras instituciones. No todos los municipios de nombres coincidentes los cambiaron, pero a partir del decreto se vieron afectados casi seiscientos... Por nuestro río y desde entonces, hace cien años, Masegoso empezó a ser de Tajuña.
En 1920 no figuraba ya en el patronato de la obra pía de D.ª Petronila Rodríguez Rivadeneira la Junta Provincial de Beneficencia, sino que eran patronos de la fundación el alcalde de Masegoso y Eduardo Martínez de Azagra. En 1920, pues, se anunciaron dos dotes de 186 pesetas para hijas de vecinos del pueblo o descendientes de la fundadora y una de 50 pesetas para un estudiante. En 1925 y 1927 la dotación fue idéntica a la de 1907 para las muchachas y la de estudiantes siguió como la de 1920. Los patronos fueron los mismos que en 1920, pero Eduardo Martínez de Azagra lo fue en exclusiva en 1927. En 1934, la fundación contaba con una reserva de 9.800 pesetas.
En abril de 1927 pronunció una conferencia en Masegoso Antonio Monedero Martín, fundador en 1923 de la Liga Nacional de Campesinos; acudió al pueblo a petición del presidente local del Sindicato Católico, Eladio Villaverde Escolano. Monedero después se dirigió a Cifuentes en su gira por los pueblos de España, pero el contenido de la conferencia debió de ser muy parecido:
En el pueblo de Cifuentes ha tenido lugar una de las importantes Asambleas que viene verificando en el año actual por diferentes provincias la Liga Nacional de Campesinos a la cual han concurrido más de 2.000 labradores de la localidad y de numerosos pueblos de la comarca, tanto del partido de Cifuentes como del de Brihuega. Hizo uso de la palabra el Sr. Presidente de la Liga, Excmo. Sr. D. Antonio Monedero, a quien presentó el señor alcalde de Cifuentes y a quien acompañaba desde Guadalajara el representante de dicha Liga en Guadalajara, D. Emilio Juste. El Sr. Monedero, que ya había dado una conferencia al pasar por Masegoso a los labradores de dicho pueblo a requerimiento del presidente del Sindicato Católico D. Eladio Villaverde, expuso a los labradores con claridad, sencillez y afecto la finalidad de la Liga Nacional de Campesinos, de ir reuniendo a los pequeños y medianos labradores de toda España, de los que ya tiene adheridos más de medio millón de familias y los intereses de justicia y de vida que defiende la obra, en especial la permanencia y mejoramiento de la tasa mínima del trigo y los diferentes proyectos que tiene en estudio el gobierno. Les dio también importantes enseñanzas agrícolas sobre el empleo más provechoso de los abonos, la replantación del viñedo, la apicultura y otras cosas útiles y provechosas.
(Renovación, semanario popular ilustrado, n.º 43, 22/04/1927, p. 3).
El sábado 22 de agosto de 1931 visitó fugazmente el pueblo Julián Besteiro (1870-1940), presidente socialista de las Cortes de la casi recién proclamada Segunda República, en compañía de su esposa, la profesora y científica Dolores Cebrián (1881-1973), y su cuñada. Era una época de entusiasmo por los cambios políticos y esa visita extraoficial no pasó desapercibida. Durante la mañana los visitantes habían recorrido Brihuega, sus monumentos y demás, comieron en la Fonda del Carmen y a las cuatro de la tarde, entre vivas y aplausos de la gente que poco a poco iba engrosando el número, marcharon en automóvil acompañados por el presidente de la Diputación Sr. Riaza, Sr. Becerro de Bengos, Sr. Cabañas, D. Narciso Ortega, D. Miguel Linares, D. Teodoro Sáiz y D. Ángel Olmedilla, hasta Masegoso de Tajuña, deteniéndose en las fincas de la Peña de la Hoz y Cívica. Como el tiempo no les permitía entretenerse más, prometieron una pronta visita66
.
Quizá el periodo más traumático de toda la historia de Masegoso fue la Guerra Civil española, porque el pueblo quedó destruido por completo67. Sus habitantes se vieron obligados a desplazarse como refugiados a pueblos cercanos, como Gárgoles de Arriba, Solanillos del Extremo o La Olmeda, entre otros. Cuando pudieron regresar, resultó evidente que nada iba a ser igual para ninguno de ellos, como ocurrió en el caso, por ejemplo, de la familia compuesta por Timoteo Peña, Emilia Batanero y sus hijos, que tuvieron que alojarse no poco tiempo en los restos de un búnker, un nido de ametralladoras fortificado que ha permanecido como vestigio de los combates (fue objeto de excavación arqueológica en octubre de 2014) y que aun hoy domina el puente sobre el río Tajuña al sur de Masegoso, en el cerro de La Nevera, más conocido desde entonces por ese motivo como cerro de la Tía Emilia68.
El pueblo fue reconstruido por entero en el mismo lugar en varias fases durante la década de 1940 por la Dirección General de Regiones Devastadas, pero de nueva planta: solamente habían quedado en pie dos de las casas originales y partes de los muros de la iglesia, mientras que las reconstrucciones espontáneas emprendidas por los vecinos que habían regresado tuvieron que suspenderse69.
Eduardo Martínez de Azagra había fallecido en 1938 en Almazán. Desde ahí y con el paréntesis de la Guerra Civil fue patrono de la obra pía de D.ª Petronila Rodríguez Rivadeneira su hermano Alejandro, nacido en 1879 y notario en Zaragoza de 1938 hasta su jubilación en 1954. Alejandro falleció en Almazán en 1959, sin hijos. En plena posguerra (1943, 1944 y 1945) constaba como patrono de la obra pía de D.ª Petronila el hermano de Eduardo Martínez de Azagra, Alejandro; esos años las dotaciones fueron básicamente las mismas que las que se venían concediendo desde 1907. En 1957, tres últimas muchachas solicitaron y consiguieron las dotes, con un total de unas 400 pesetas cada una. Los recursos que mantenían las dotes no se habían extinguido y todavía se anunciaron en 1958 (390 pesetas por dote, sin especificar el número, y 120 para estudiantes70), pero el caso fue que nadie más las recibió, quizá porque justo al año siguiente falleció el último patrono, Alejandro Martínez de Azagra, y sus herederos no pudieron o no desearon continuar ocupándose de la gestión. Sí se sabe que en 1981 aún había adscritos a la obra pía de D.ª Petronila un depósito de valores de 30.000 pesetas más una cuenta corriente de 19.631,87 pesetas que carecían de movimientos y que nadie reclamaba. El Banco de España anunció ese año su inminente pase a la propiedad del Estado por tal motivo71. En 1995 la obra pía de D.ª Petronila aún existía como institución, con titularidad estatal. Fue una de las fundaciones benéfico-asistenciales que el Ministerio de Asuntos Sociales transfirió entonces a la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, con número de expediente 19/004972.
Del mismo modo que sucedió casi generalizadamente en la Castilla rural, ya desde la década de 1950 en adelante muchos jóvenes de Masegoso emigraron a la ciudad —sobre todo a Madrid, por su cercanía— en busca de trabajo. La mecanización de las tareas agrícolas que comenzó a darse entonces hizo más difícil que en el pueblo todos pudieran encontrar un medio de vida73. El número de habitantes de Masegoso empezó un claro y progresivo declive. Aunque durante los veranos y muchos fines de semana un buen número de los emigrados regresaban —y regresan todavía— para disfrutar sus días de descanso, no podía obviarse que la despoblación era una realidad, igual que ocurría en gran parte de la provincia de Guadalajara, así como en las limítrofes de Cuenca y Soria y en la aragonesa de Teruel.
(Adaptado de Mangas Peña, Jorge: «Nombres del pasado de Masegoso», en Alto Llano, Revista Cultural de Masegoso de Tajuña, segunda etapa, n.º 31 monográfico, 2017, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997; e investigaciones posteriores).
Estos datos los apunta también Teresa Díaz Díaz en «Conozcamos nuestro río: Masegoso de Tajuña», en la revista Alto Llano, segunda etapa, n.º 17, primavera-verano de 2007, p. 7, Asociación de Amigos de Masegoso, Depósito Legal n.º GU-3251997, artículo extraído del Boletín de Moranchel, número de la primavera de 2007. Regresar al texto.Códice desconocido, que obra en poder de un particular, es este cartulario que ha sido editado por Agustín Millares. Además del valor diplomático —que es grande— tiene el lingüístico, y para la geografía de la región guadalajareña aporta muchas noticias de interés. El cartulario fué escrito durante el siglo xiii. El copista, como en otros muchos ejemplos de cartularios, dibuja el signo rodado fielmente. Letra gótica muy correcta. Contiene el cartulario veintinueve documentos, entre reales y particulares. Los reales son: 1. Alfonso VIII: número 1, Hita, 1191; 2, Cuenca, 1202; 3, San Esteban de Gormaz, 1186; 4, Ribas, 1205; 5, Berlanga, 1206; 6, Borcalfaro, 120S; 7, Burgos, 1214; S, Ovila, sin año; 9, Viana, 1210; 10, Meseguso, 1214; 11, sin indicación de lugar ni año. —II. Enrique I: 13, Guadalajara, 1215; 14, Burgos, 1215. —III. Fernando III: 15, Burgos, 1219; 16, Valladolid, 1218; 17, Segovia, 1220; 18, Zorita, 1220; 19, Castro, 122S; 20, Toledo, 1236. —IV. Jaime I: 21, Ariza, 1226.
Los restantes documentos son de carácter particular. En el índice que precede a la edición del cartulario se anotan las particularidades paleográfico-diplomáticas y la bibliografía correspondiente a cada diploma de Ovila. Merece citarse la nota al documento número 9, Viana, 1210, donde se estudia la fórmula «rege esprimente». La edición está cuidadosamente hecha.
E. V. H.
Hoy es
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